27 agosto 2014

Facundo: civilización y barbarie


EL siguiente trabajo se basa en la lectura, estudio y análisis de Facundo[1] de Domingo Faustino Sarmiento. Además la contextualización del libro y el momento histórico generó la necesidad de basarse conceptualmente en los escritos de la época como Las Bases de Juan Bautista Alberdi.
A través de la vida del caudillo riojano Facundo Quiroga en particular, y del aspecto de Argentina en general, Sarmiento logra una descripción minuciosa de los escenarios, los personajes, la cultura, la civilización y la barbarie, la política y los modos de producción que existían en la República Argentina en la década de 1840, momento en que aparece Facundo.

11 agosto 2012

El contador de chistes no tiene la culpa


El principio de la tristeza y el aburrimiento lo creo desde la incapacidad de percibir grandezas y alegrías. Si no se cuenta con las capacidades necesarias para comprender el mundo del arte, de las letras, de las imágenes y los sentimientos, estaremos frente a posibles e irrefrenables tristezas y aburrimientos.           
La frase: “Me paso la tarde terriblemente angustiado. Por más que lo intente no puedo llegar al general a quien veo a lo lejos corriendo en shorts y musitando la palabra “nuez moscada” a sus enemigos.” Esto a mi no me provoca ninguna sensación.
Por eso recurro a la falta de entendimiento y capacidad. Me enfrento probablemente a una genialidad o por lo menos a las palabras de un genio. Otras ideas del mismo autor me enorgullecen, leerlas y considerarme un lector de ellas me hacen orgulloso, pero cosas como las citadas en verdad me dejan con grandes dudas.
Soy yo, seguramente, quien padece la estreches. Probablemente miles de almas mejor preparadas han dormido con sonrisas luego de leer cosas como esas. Yo no, y me siento triste y aburrido. Decepcionado por mi intelecto y posibilidades.
-Salga de ahí, conde Drácula –grita el alcalde-. Tome un vaso de vino con nosotros.
-No no cuenten conmigo. Tengo que despachar unos asuntos pendientes.
-¿En el armario?
-Sí, no quiero estropearles el día. Puedo oír lo que dicen. Estaré con ustedes en cuanto tenga algo que decir.
Se miran y se encogen de hombros. Sirven vino y beben.
-         Que bonito el eclipse de hoy –dice el alcalde tomando un buen trago.
-         ¿Verdad? –dice el panadero-. Algo increíble.
-         ¡Dígamelo a mí! ¡Espeluznante! –dice una voz desde el armario.
-         ¿Qué, Drácula?
-         Nada, nada. No tiene importancia.
Este diálogo me parece sublime. Además de gracioso e ingenioso, me pareció genial. Mi discordia conmigo mismo está expresada en este momento. ¿Cómo puede ser que lo inmediatamente anterior me suene a fantástico y dignamente digno y la primera frase no sea de mi agrado en ningún sentido? La explicación creo encontrarla en mí. Considero mi incapacidad no solo para comprender sino también para avanzar en mis campos de entendimiento.
Vivo días de plena estupidez e inoperancia intelectual y también vivo momentos doctorales. Considero al autor de ambos fragmentos un escritor o productor de arte ejemplar y magnífico. Sin embargo, comienzo, por primera vez en mi vida a dudar de lo que leo, aunque nunca me asumiré alejado de la incomprensión y la incapacidad. 
El aburrimiento no es un problema del tema, es un problema de la incompetencia. Tampoco es un problema del contenido, es una responsabilidad de la forma.    

05 septiembre 2010

Burbujas

Tengo pocos minutos hasta que aparezcan. Mientras leo frente a mi escritorio, pasarán unos minutos y unas burbujas afeminadas se apoderarán misteriosamente de mi área de trabajo. Se aparecen como una alucinación macabra que sólo los payasos callejeros pueden axplicar, son burbujas, impalpables, como todas las burbujas.
Efímeras las burbujas por arte de la desesperación humana por acabar con su vida. La de las burbujas.

Una burbuja no es poca cosa como se puede creer. Es bastante más de lo que logra en su vida y tiene un poder invisible más fuerte y tiránico de lo que el ser humano considera. Me atrevo a decir que vivimos en un mundo signado por las burbujas, no crean que estoy loco, como diría Poe cada vez que abría la boca. Demostraré que no estoy loco, que no perdí la razón y demostraré que las burbujas ejercen un poder casi absoluto sobre el comportamiento accidental.

29 julio 2010

Cuando veas que tengo...


¡Querido amigo!, has entrado a un terreno prohibido, el del pensamiento, me dice Roberto Arlt. El pensamiento es como un veneno sutil, en cuanto se gustó, no se le puede abandonar y cada vez va uno más adentro. Mi pronóstico, dice Arlt, es: Has tomado la vida demasiado en serio. La felicidad no existe ni existirá nunca para los que piensan.

Escuchalo, me grita otro tipo, aquél tiene razón, además dejame agregarte algo: El conocimiento del mundo genera perplejidad y angustia. El gran arte nace de la tristeza y el dolor, más cuesta festejar cuando cuanto menos del mundo desconocemos. Sin embargo se puede ser, también, triste y estúpido. Se puede safar de la melancolía y la nostalgia, por lo menos profesionalmente. El estado de alegría permanente tiene algo de estupidez. El estado de alegría consciente es venturoso.

Todos nos ponemos tristes y estúpidos. Todos extrañamos, todos queremos. Todos nos ponemos cínicos alguna vez, todos quisimos morirnos y también fuimos venturosos tipos felices.
Desgraciadamente estamos algo acostumbrados a creer que el amor dura para siempre y por el contrario el amor también termina, sin embargo su carácter efímero no hace de él algo indigno. Los amores nacen y también mueren. Hay que disimular que el amor debe durar para siempre. Pero pasa que en la vida no hay nada más lindo que tener esos pequeños instantes de felicidad compartida con amor.

Y entre el conocimiento del mundo y la sensación de que hasta el amor puede terminar, sin querer, llega el momento de recordar los recuerdos. Las frases, los libros, las citas, las canciones, las imágenes. Llega esa hora que nos hace repasar todo lo que ya no está y, sabiendo que el final será triste, continuamos en la profanación de los recuerdos. Aquella caja de un verano feliz que guarda en cada rincón encuentros, recuerdos que nunca me atreví a mirar.

Hoy tengo tus ojos guardados en los míos y cuando no me encuentre voy a estar esperando mirarlos. Yo hoy necesito cerrar los ojos y sentir que me estás abrazando y que los dos estamos luchando y apostando por lo mismo.

Ninguna de estas palabras es mía, aunque me las apropie. Cínico pero agradecido. Muy agradecido.

04 julio 2010

on ly

Entonces A tiene la irresponsable necesidad espiritual de vivir novelas de amor y fantasía. Sin libros la soledad le sería una simple falta de compañía, con ellos es tristeza. La historia del más solitario de los hombres solos, cuenta:

A: Hola B, vamos al cine?

B: Hola A, perfecto. Paso por tu casa y vamos.

A: (unos segundos más tarde) Uy, mirá, acabo de recordar un compromiso impostergable. Dejamos el cine para otro día.

B: No hay problema, cuando quieras me avisas y vamos.

A: Perdón y gracias.

Y entonces A se queda solo en su casa satisfecho de saber que no está solo, que solamente es un hombre solitario que necesita constantemente comprobar que cuando lo desee puede dejar de estar solo. Pero cuando nadie esté, será el fin de su adoración por la soledad, dejará los libros de la soledad y saldrá desesperado a buscarte.

Desdichadamente, hoy te has cruzado con el hombre más solitario de los hombres solos.

03 julio 2010

En la calle de los suspiros

Sin embargo, no me quedé una noche más y desperdicié una buena excusa. Quizá, pensándolo mejor, gané una buena excusa para volver. Y volveré.
Sin frentes marchitas a la vieja calle de los suspiros, donde algún eco dijo: tuya es esta vida. Pero el viajero que huye tarde o temprano detiene y retoma su andar y con el alma aferrada a ese dulce recuerdo te busca y te nombra.
Será aquél empedrado o serán aquellos faroles los que nos vieron pasear.

07 junio 2010

Porque si, compañera.

Porque quizá pase mucho tiempo hasta que la vuelva a ver, porque tengo sensaciones que quiero dar, porque en este blog no se publican cosas sino que se graban momentos para repasarlos y saber que vivo, porque el ensimismamiento más severo necesita que lo abracen, porque cada una de estas palabras tienen más sentido aún si son leídas, porque los meses van y no son más que un pequeño conjunto de momentos pasajeros que crean un círculo de acciones periódicas e idénticas, porque el tiempo y el lugar no son problema de la filosofía o la física sino del amor, porque no hay libro que le sea esquivo y porque los sueños viajan en pantuflas celestes.

Porque sepa, aunque no lo crea mi compañera, que un café es la excusa más hermosa.

Y más si esta vez fue café.

Florida y Boedo. Parte 1

Porque tengo la antipática necesidad de citar lo siguiente:

Borges: Recuerdo la polémica Boedo – Florida, por ejemplo, tan célebre hoy. Y sin embargo fue una broma tramada por Roberto Marini y Ernesto Palacio.

Sabato: Bueno, Borges, pero aquel tiempo no fue el mío.

Borges: Sí, lo sé, pero recordaba aquella broma de Florida y Boedo. A mí me situaron en Florida, aunque yo habría preferido situarme en Boedo. Pero me dijeron que ya estaba hecha la distribución y yo, desde luego, no pude hacer nada, me resigné. Hubo otros como Roberto Arlt o Nicolás Olivari, que pertenecieron a ambos grupos. Todos sabíamos que era una broma. Ahora hay profesores universitarios que estudian eso en serio. Si todo fue un invento para justificar la polémica. Ernesto Palacio justificaba que en Francia había grupos literarios y entonces para no ser menos, acá había que hacer lo mismo. Una broma que se convirtió en programa de la literatura argentina.

Creer o reventar.

28 mayo 2010

Mendoza y San Martín

Usted se preguntará qué tiene de extraño este conjunto diverso y cambiante de seres, este “caleidoscopio humano” que hospeda la esquina de Mendoza y San Martín, uno de los rincones más sofocantes y grises del centro rosarino. Bueno, hospeda a una especie de humanos extrañísima y a la vez se crean las situaciones más estresantes del urbanismo que este escritor vivió.
Uno que vive, duerme, almuerza y lee a menos de cinco metros del pavimento de la calle Mendoza en un departamento heredado, que nunca compraría o alquilaría siquiera, el cual contiene escasas salidas de emergencia urbana y, que, abriendo la puerta de entrada y con un ventilador apuntando hacia fuera convirtiéndose en una especie de extractor, ofrece la única circulación de aire posible en un primer piso donde por las ventanas se filtran más los menesteres ciudadanos que el aire, hay momentos del día en los cuales se hace imposible mantener la paciencia.
Las líneas de colectivos, que como todos sabemos están exentas de todo tipo de subsidios, interrumpen con más ruido, la ruidosa tranquilidad lograda por unos segundos. El sonido de los frenos cansados son insoportables, los motores que más se preocupan por no contaminar el medio ambiente que por respetar los oídos ajenos son otra de las causas por las cuales cualquier ser humano común interrumpe su siesta. Existen, entre los servicios públicos de pasajeros, dos casos extremos pero que coinciden en algo. El chofer del 102 no entiende que a pocos metros de su andar hay gente que pretende hacer de su vida una cosa digna. No entiende esto y acelera su vehículo impúdicamente.
Mientras tanto la K, que inocente de toda molestia ruidosa de motores, también atenta contra la vida del vecino de Mendoza y San Martín. Se sabe que el antiguo trolebús es eléctrico, carece de motores desmejorados, pero tiene una peculiaridad: el tendido de cables eléctricos que dan energía a este silencioso ser, está ubicado a dos metros del balcón de mi heredado departamento. No habría problema alguno si no fuese por las explosiones que por la mismísima gracia del maldito destino sólo se producen a la altura de mi casa.
Lomo de burro
Volviendo a las estrepitosas aceleradas del 102, cabe destacar que algún inconciente de Obras Públicas de la Municipalidad de Rosario decidió ubicar justo sobre Mendoza a metros de la llegada a la calle San Martín, un prominente “Lomo de burro”, esto hace que los chóferes deban disminuir su marcha, tomar las precauciones debidas para que ninguna señora que viaje parada sea víctima del sacudón producto del desnivel y una vez estabilizada la marcha, acelerar justo a la altura de mi casa, ubicada justo al inicio de la calle Mendoza luego de San Martín.
El acecho de este lomo de burro no termina acá. Parece que los sistemas de GNC tiene algún defecto y que cuando algún vehículo padece un salto brusco, algo se altera en sus entrañas y una explosión dice presente, cabe destacar y recordar que esas explosiones también se dan a la salida del lomo de burro, es decir justo a la altura de mi casa.
Protestas y marchas
Si usted creyó que las molestias se reducen a seres inanimados como los transportes públicos o a los taxistas que no arreglan sus equipos de GNC, también está presente, en Mendoza y San Martín, el factor humano. La Secretaria de Trabajo de la Provincia de Santa Fe está ubicada unos 27 metros de mi ventana al mundo. Reconociendo las crisis que afectan a los sectores más humildes, una o dos veces por semana un malón de desprotegidos invade la esquina, corta la calle y los bocinazos tiene sus 38 minutos de fama.
Para aquellos que no conozcan la zona, la calle San Martín finaliza parte de su vida justo en Mendoza, lugar en el cual se transforma en calle peatonal. Es por esto que confluyen en esta esquina los autos de ambas calles, si poco lío se arma en las horas pico entre los conductores que avanzan por Mendoza y los que se quieren colar por San Martín, imaginen qué sucede cuando a alguien se le ocurre cortar este embudo infernal.
Y comienzan los gritos, los insultos, entre ambos sectores. Los muchachos de los barrios lejanos que, con ayuda de algún instrumento intimidante, pretenden establecer su control sobre la zona y los automovilistas que sueñan con llegar a sus casas de Barrio Martin. Así se desarrolla el comienzo de una protesta que durará, en el mejor de los casos, unas 4 horas si es que a ninguno de los organizadores se le ocurre acampar durante dos semanas como en otras oportunidades, justo frente a mi casa. Pero esa ya es otro historia.
Varieté
El caos vehicular provoca que ya no exista respeto por el peatón. Como finaliza o comienza la peatonal San Martín justo frente a mi casa y como se congregan autos de todos los sectores también frente a mi casa, se da la lucha por el territorio. Los peatones que no respetan la senda peatonal y los conductores que pretenden que si la respeten producen las más diversas discusiones. No dejan de ser molestas, pero por lo menos entretienen un rato al que ya esté acostumbrado.
Los personajes que deambulan por esta esquina son merecedores de una nota cada uno. El estrepitoso cieguito (será llamado cieguito sólo para creer que le tengo un poco de estima) comienza cu participación en este circo urbano a eso de las 6.45 de la mañana. Ya desde unos cien metros a la redonda se escucha el golpeteo de su fierro orientador (es un fierro, no un cañito blanco de esos que tiene la mayoría de los ciegos, es un fiero hecho y derecho). Se ubica justo al comienzo de la peatonal San Martín, a unos 22 metros de mi casa y sentado en canasta, pide alguna ayuda. Si la vida no lo dotó con la vista, sí le ha entregado una generosa voz. Ininterrumpidamente (de no creer), durante 4 o 5 horas pronuncia las siguientes palabras: “Una colaboración por favor, una ayuda para un no vidente, una colaboración por favor, una ayuda para un no vidente, una colaboración por favor, una ayuda para un no vidente, una colaboración por favor, una ayuda para un no vidente, una colaboración por favor…” si a usted esto le ha sido insoportable de sólo leerlo, imagínese escucharlo desde las 6.45 hasta el mediodía, todos los días.
Es decir que, en este momento, mientras soporto el alarido del cieguito, las explosiones de los desvencijados taxis, los frenos y el motor del 102, el zumbido y los estallidos eléctricos de la K, el griterío entre los peatones y los conductores y el reguetón que brota de los autos manejados por adolescentes que esperan que su madre haga las compras en el Bazar Ardel (también ubicado justo frente a mi casa). Mientras trato de entender por qué ubicaron ese lomo de burro justo a pocos metros de mi casa y soporto las inclemencias de alguna protesta con sus bombos incluidos, escribo estas líneas.
El calor que me olvidé nombrar pero que es obvio en este reducto poco ventilado de esta húmeda y calurosa ciudad, o el frío que por suerte no entra a mi casa pero que atrae a un vendedor de garrapiñadas que grita: “Garrapiñada, recién elaborada la garrapiñada, calentita la garrapiñada”, con una frecuencia casi exacta de unos 2 minutos o quizá menos. El vendedor de garrapiñas se ubica, a partir de las 18.30 entre la puerta de una venta de colchones y el sector del cieguito, que para esa hora ya no está; por suerte. No hago promoción de sus garrapiñadas, sino más bien ofrezco información precisa por si algún lector se sensibiliza conmigo y deja de comprarle garrapiñadas a este señor y logra que sin utilizar la fuerza se vaya del barrio, o, utiliza la fuerza y hace que se vaya del barrio.
Escribo estas líneas con deseos de tirarme por mi balcón pero reprimido porque uno sabe que la distancia entre el primer piso y la calle es escasa para quedarse bien muerto, y además porque la calle Mendoza no se merece que mi vida termine en ella, aunque de a poco la va trastornando.

Vivido varios meses atrás, escritos varios meses menos atrás y publico recién hoy...
La melancolía de los sufrimientos que ya no están. Daría mucho por tenerlos otra vez.

22 mayo 2010

La culpa del disfraz

Visto que se me han solicitado varios temas de análisis científico, me he encomendado la misión de aceptar y rechazar aquellos que no son, por razones propias y ajenas, de mi manejo cotidiano e intelectual.

He recibido un pedido que atañe la cuestión “Amoríos frustrados en el tercer piso de la Siberia”. Es un tema que despierta mi interés. Sin embargo es sobre él que no tengo suficiente información y, en modo alguno, no creo en la frustración de los amoríos, más bien soy partidario de la transposición de los tiempos efectivos de los amoríos, me considero acérrimo defensor de aquello que dice al fin de nuestra vida veremos qué fue de nuestras frustraciones.

Con respecto al pedido Análisis interdisciplinario de los electrocardiogramas de los estudiantes del tercer piso de la Siberia y a otro que ruega por el estudio de las Distintas patologías psiquiátricas en los académicos, reconozco mi incapacidad cognoscitiva, analítica y técnica para desarrollar tales empresas científicas.

No descarto posibilidades futuras ni pretendo desanimar con la negación al estudio de estos temas. Es necesario un examen exhaustivo de cada una de las actitudes y aptitudes, como así también de cada uno de los funcionamientos coronarios de los implicados para un trato objetivo y sistemático como la ciencia demanda.

Entre los pedidos se halla uno de particular interés para quien escribe y de posibles resultados prácticos. Teniendo en cuenta la seriedad con que tomo mis trabajos y decido esbozar cada uno de los pedidos realizados, el tema: “De qué disfrazarías a cada uno de los habitantes de San Antonio de Areco” es el más indicado para el momento que vivo y que sin problemas podría comenzar a desarrollar. A partir de la naturaleza científica que lo engendra y de la intrínseca importancia existencial que acoge, éste será tema de estudio próximo.

Qué significa disfrazarse, pregunta casi innecesaria y hasta de rápida respuesta si no se tienen en cuenta etimologías ni estudios antropológicos.

"Artificio que se usa para desfigurar algo con el fin de que no sea conocido, o, Vestido de máscara que sirve para las fiestas y saraos, especialmente en carnaval, o por último, Simulación para dar a entender algo distinto de lo que se siente". Estas son las tres definiciones que la aburrida Real Academia Española de Letras decreta como definiciones del concepto Disfraz.

Pensando en la primera definición, ¿sería imperioso creer en la necesidad de desfigurar algo con el fin de que no sea conocido?, ¿Acaso algunos habitantes no están lo suficientemente disfrazados como para infundirse en un meta-disfraz? ¿Existe tal sentimiento de finitud (hacer desconocido algo) entre los objetos de estudio? Afirmo que todas estas preguntas conllevan respuestas negativas y que las explicaciones concernientes a esta negatividad se verán posteriormente.

Con respecto a la segunda definición, sobre la cual no será propicio detenerse mucho tiempo, es preciso destacar el valor de lo carnavalesco. ¿Es otra cosa más que un carnaval de máscaras el desarrollo cotidiano de un pueblo? Sin entrar en discusiones individuales, respondo si y no objeto más.

Cuando adentramos a la última definición se aprecia cierta similitud con la primera, salvo por la enorme diferencia que en la primera se habla de un artificio y en la tercera que el accionar del disfraz se acerca a motivaciones íntimas y espirituales. La idea de simulación de lo que se siente, está más cercana a esencias espirituales y congojas anímicas que a ponerse un guardapolvo blanco, estar borracho, ser parte de los festejos de un cumpleaños y decir que uno es médico mientras se le pregunta a una mina disfrazada de atropellada por un tren, “¿dónde te duele? tengo medicinas que pueden salvar tu vida”.

Concluyendo, la definición efectiva de disfraz que servirá como marco teórico para el estudio de los posibles disfraces arequienses, sería:

“El disfraz es un artificio, por lo tanto una creación del hombre moderno, que se utiliza para esconder tristezas, ahuyentar consuelos, asustar viejas y acariciar atropelladas por un tren. Es también una simulación del super-yo, un escaparate de la realidad, una ventana al más allá desde el acá. Puede, positivamente, ser un capa de Superman o un sombrero de Cowboy o ser un chiste motivado desde el conciente, para ocultar el inconciente, que revela ciertos gustos particulares y esconden aspectos comunes de una vida ordinaria. También el disfraz es una buena solución para robar bancos sin caer en cana o animar fiestas infantiles para espiar a la madre del cumpleañero. El disfraz oculta la tristeza en forma de alegría, la deformidad física en algo simpático y el amor en chiste. El disfraz es un artificio tanto tangible como intangible que simula lo que se siente y lo que se es y que a la vez puede exacerbar estos aspectos a modo de sátira personal”

Por lo tanto, el disfraz, no es más ni menos que la vida misma, y no la vida simulada, sino la vida real. ¿O alguno de ustedes se atrevería andar por esta vida sin disfraz?

Ahora bien, lo que me convoca es el análisis sobre posibles simulaciones o exacerbaciones de lo real en los habitantes de San Antonio de Areco. El problema se centra en que quien relata no solo no conoce San Antonio de Areco, sino que además tampoco conoce ser humano alguno que viva en San Antonio de Areco.

A mi vuelta del lugar se enumerarán las simulaciones más sorprendentes y dignas de ser contadas que Areco cobija. Mis respetos a los habitantes del lugar, a quienes consideren esta historia modificada y a quienes esperaban disfrazarse feliz e inocentemente y ahora sientan culpa. La culpa del disfraz.

13 febrero 2010

Colonia, Uruguay

Si algo llama la atención en Colonia del Sacramento, es la cantidad de motocicletas que molestan por la ciudad. Primera crítica poco saludable a una ciudad que se las arregla con presentarse como un lugar de tranquilidad. Es que son muchas, centenares de motos circulando por las calles. Muchas decentemente manejadas por hermosas señoritas, pero la gran mayoría por insoportables muchachos ruidosos, que molestan, que aceleran, que manejan por donde se les antoja.
Es que son muchas motos, nadie lo creería, pero son millones. Estacionadas, afuera de los bares, dentro de las cocheras, fuera de las cocheras, por la vereda, por las calles… Andan haciendo ruido sin sentido. Si embargo esta barbarie tiene su explicación. Los extremos más lejanos de Colonia no están más allá de los 7 Km., las distancias son cortas y muchos, los muchos que andan con sus motos por la ciudad, prefieren comprar una moto a tomar el transporte público. Y ¿por qué prefieren comprar una moto? Porque un pasaje cuesta unos 23 pesos uruguayos, algo más de un dólar, y con 600 dólares quien desee interrumpir la tranquilidad de la ciudad, puede comprarse su motocicleta.
Que no se espere comprar con 600 dólares una moto digna, debe conformarse con una de origen chino de marca parecida a la de un ventilador. Ventilador o no, es una moto al fin.
Fue por la última crisis, la del 2001, quedó el resabio y cuando llegaron las motos chinas, se fueron los boliches, las discos y los pubs. Esa crisis dejó a los pibes sin boliches y debieron conformarse con tomar algo por las calles, por aquellos años era una mezcla entre vino y naranjín (una gaseosa, que a juzgar por el nombre, debe ser horrible) cierto es que tomar algo por las calles, como producto de la crisis, se convirtió en una costumbre.
La crisis se fue, los bares no volvieron, los pibes ahora tienen un poco más de plata y pueden comprarse una cerveza en vez de esa mezcla espeluznante y Colonia por la noche no es lo que me esperaba.
Es que un viernes a la noche es un boliche al aire libre y rodante. Para hombres y mujeres por igual, deambulan por la calle con una cerveza en la mano como quien se toma una Coca Cola. Están los que caminan y toman su cerveza y están obviamente los que manejan sus motos y toman su cerveza. Pero falta algo para que Colonia sea un boliche hecho y derecho, la música. Paciencia, esperen a que pase el fantástico fantasma del mehari rojo que con su equipo de audio le da ritmo bailador a la noche de Colonia. A descansar a otra ciudad, vo.  

03 febrero 2010

Y volaban...

Salen del cuarto y se ponen a hablar,

hace mucho que el sueño no los vuelve a juntar.

Tiro los dados y cayeron al mar

uno es un superhéroe y una chica mortal

Sacan las cartas del placard de papá,

y las prenden y el perro no para de ladrar.

Llevan dos bolsos y un papel de fumar,

Sargent peppers, el walkman y las flores del mal.

Y volaban no paraban de hablar... se reían de nada.

Que se vayan de acá

que no vuelvan... sin nada.

y volaban no paraban de hablar , se reían de nada...

16 diciembre 2009

...

Personalmente, nunca me conmovieron los epílogos. Tráiganme prólogos, me gustan las historias que recién comienzan. Traigan prólogos que quiero recorrer una nueva aventura.

15 diciembre 2009

Ninguno

Nada de evasión... sino más bien un conjunto de salidas hacia el mundo de la fantasía.

05 octubre 2009

El nene carretero

Me contaron una historia muy buena. Hay un boliche o pulpería de esas que el tiempo se empeña en avejentar que la llaman “El nene carretero” o como se dice en los pueblos, o por lo menos en los que frecuento, “el boliche del nene carretero”. Nadie sabe responder en todo Rufino por qué se llama así, o por qué a este señor le dicen, en primer lugar “nene” siendo que cuenta unos cuantos años, unos cuantos años más que su boliche, y por qué le dicen “carretero”.
La primera explicación a la que arribo es que le dicen “nene” porque en algún momento de su vida lo fue y ese apodo quedó en la conciencia de todo Rufino. Y para explicar el sufijo “carretero”, debí acercarme con imaginación y fantasía a una posible explicación lógica. Carretero de carretera. La palabra carretera resuena más en las traducciones mexicanas de películas norteamericanas que en el sur santafesino. Imagino un nene que frecuentaba las carreteras en busca de aventuras, las cuales eran de público conocimiento en el pueblo.
La segunda imagen es un nene con una carreta. Quién sabe qué haría ese nene con la carreta en un pueblo donde ni la más ardua crisis provoca la existencia de cartoneros o chatarreros. Pero la posibilidad de que a este señor, dueño de este aromático tugurio, lo llamen “el nene carretero” por portar una carreta existe. Debo confesar que entre las dos opciones en que me ofrecí creer, elijo la de la carretera.
Rufino linda con dos rutas nacionales importante. Está ubicado en el cruce de “las 40”. Así llaman a este cruce porque en él se atraviesan la 33 y la 7. Atentos, no todas las cosas, en Rufino, adquieren sus nombres de maneras encriptadas. No estaría muy errado al afirmar que lo llaman “carretero” por tanta ruta alrededor.
Pero el boliche del “nene carretero” es un lugar feo, me dicen. Aunque algo agradable debe tener y fui a conocerlo. Pensé que me hablaban de un barsucho ubicado entre las calles España y San Martín, ahí en Rufino, llamado “Snack Green” o “el esnagri” como logran pronunciarlo, con muchas dificultades, algunos parroquianos. Curioso “el esnagri”, porque sobre la antigua puerta de madera, ahora de color celeste feo, un cartel pasado en años y lluvias y vientos dice que el recinto cuenta con canchas de paddle y squash. Por más imaginación que uno tenga esas canchas no las verá ni logrará imaginarlas. Un lugar con tan poco aspecto a “paddle” nunca puede continuar albergando jugadores de paddle. Resumidamente, “el esnagri” es un lugar viejo, con poco encanto en el cual no más de 15 sillas rodean a 4 mesas ubicadas estratégicamente mirando al televisor sobre las cuales no más de 5 buenos tipos se sientan a tomar un vermout.
El nene carretero es el punto interesante. Lo busqué por toda la ciudad y nada, creía en mi poder detectivesco y suerte, pero no lo pude hallar. “Haga dos cuadras, a la derecha unas cinco y a la derecha una cuadra y media más, ahí lo va a encontrar”, así me dijeron y la verdad no lo encontré. O no encontré lo que esperaba. Eso no podía ser un boliche o pulpería, esa era una casa vieja con una parrilla en el fondo y un cartel que decía: “Lechón $25, Asado $5” Precio que correspondían al valor que el dueño del lugar cobraba para asar. Un lechón 25 pesos, un kilo de asado 5 pesos.
Son las 7 de la tarde de un sábado de junio muy frío sobre una calle de ripio con cordón cuneta y estoy parado frente al mismísimo boliche del nene carretero. Quiero volver al hotel y mirar televisión. Pero entro y a tomar un Gancia por que me dijeron que los hacía rico y eran baratos. Aunque si recuerdo mejor lo único bueno que tienen sus Gancias, es que son baratos. Lo de ricos es una cuestión demasiado subjetiva.
Nadie imaginaría que el nene carretero tiene detrás de la barra, o ese espacio parecido a la barra de un bar, una parrilla. Una donde se asan los asados de terceros a cinco pesos el kilo. El nene carretero, un señor flaco de unos 60 años con bigote mal cortado y piel arruinada por las brasas y el sol, te ofrece hospitalidad y algo para tomar. Un Gancia con limón y mejor no probar otra cosa. Mientras espero que me preparen mi trago, miro a mí alrededor y me encuentro solo. Solo porque el único cristiano que comparte conmigo el bar, además del nene carretero, está dormido en una silla con la cabeza sostenida por su mentón en el pecho y un vaso índice de su embriagues.
Mientras que el Gancia se servía en el vaso, todo bien. El problema fue cuando ingresó el limón, no sólo que fue cortado vaya uno a saber cuándo, sino que para lograr que esos gajos se conviertan en jugo y las semillas no caigan en mi copa, el nene carretero los exprime dentro de su mano y los dedos funcionarían como un colador. De esa manera, rodeando, recorriendo y atravesando los dedos del “barman” el jugo de limón llega al vaso y se acrecientan mis deseos de no beber eso y estar en el hotel mirando televisión.
Pero el nene fue muy caritativo y me recibió cordialmente, no creo en aquello de sentirse como en casa, pero en verdad no me sentí incómodo ni observado, como me suele suceder cuando recorro pueblos, sino más bien como en esas ocasiones que uno asiste a la casa de algún pariente lejano, que no conoce tíos ni primos a los cuales quizá no vuelva a ver, que sabe que está en familia pero no es la suya, que sabe que tiene libertad de irse cuando se le antoje pero no lo hace por la hospitalidad recibida Así me sentía, incómodo, sabiendo que puedo salir rajando sin explicación mediante, siendo conciente de que quizá no vuelva a ver nunca más al nene carretero, pero sin embargo me quedo.
Me quedo y sonriente “el nene carretero” me entrega el Gancia, “¿usted no es de acá, no es cierto?, me pregunta este buen hombre, “no, soy de Alcorta y vengo de unos parientes a un cumpleaños sorpresa” le digo mientras notaba que lo que le decía ya no le interesaba porque acaba de llegar alguien a hacerle un pedido de asado. Antes le pago los 3 pesos del Gancia, era barato. Se sabe que los buenos asadores, que hacen del asar un medio de subsistencia, no cuidan sus manos demasiado porque al otro día otra vez estarán sometidas a las brazas y la grasa del asado. Sometidas también a exprimir limones.
Me tomo el Gancia, casi por completo y el segundo misterio se resuelve, además de barato no estaba nada mal. Al fin y al cabo era sólo un Gancia con limón y no hay mucho margen de error como para hacer un Gancia que no sea rico. La cuestión está en si a uno le gusta o no el Gancia. Pero, pensándolo mejor la cuestión no está en si a uno le gusta el Gancia, si le gusta con limón, o si “el nene carretero” lo hace rico o no. Lo imprescindible es saber que en Rufino un tipo te cocina un lechón por sólo 25 pesos.

20 agosto 2009

El orden de las cosas como construcción de sentido

Lo siguiente es una aproximación teórica sobre cómo un orden establecido o totalmente desarticulado de las cosas que conforman los objetos significantes son potencialmente el aspecto más importante para la construcción de sentido. Está en la reorganización individual e íntimamente personal de los elementos la base del significado. El análisis nace motivado por la lectura del capítulo “Las Meninas” de “Las palabras y las cosas” de Michel Foucault

El paso a la modernidad transformó la lógica del pensamiento, cuando la fotografía se convierte en arte, el orden de las cosas, del orden del objeto fotografiado o imagen representada, pierde la jerarquización que hasta el momento mantenía. Es a partir de este momento en que el interpretante construye el sentido a partir de la reorganización intrínseca del objeto observado, reestablece el orden, da sentido.

Es a partir del desorden que se crean nuevas interpretaciones, el hombre es quien reordena el mundo, y en ese reordenamiento es cuando se logra la interpretación de un objeto a través de diferentes fenómenos semánticos.

Cuando con el comienzo de la modernidad, la razón prima sobre el sentimiento y el orden divino de las cosas y sus explicaciones está criticado y reemplazado por otro orden lógico de pensamiento, las cosas comenzaron a tener, en sí mismas, un nuevo orden.

Zeuixs, hábil pintor de la Antigüedad, en su intento por competir con la Naturaleza logra engañar los sentidos: al pintar unas frutas, las aves iban a picotear los frutos representados, tal era su similitud con el modelo natural. Hasta ese momento era la pintura la que proponía la representación más fiel de la realidad.

A mediados del siglo XIX la fotografía irrumpe en el mundo artístico. Pintores que dedicaban su tiempo a realizar retratos, representando paisajes o personas, comienzan a utilizar la fotografía como nueva herramienta de trabajo. Consideran que la imagen fotografía es la más fiel representación de la realidad, este período es conocido como Naturalismo.

El orden natural de las cosas era expuesto en las obras artísticas de la época clásica. Michel Foucault analiza con excelencia Las Meninas de Velásquez. En ésta observa que un orden de cosas está desintegrado, que si bien es un retrato de una situación coloquial, el orden semántico de los elementos expuestos está en desfase con lo que convencionalmente se interpreta. El orden exige identidad pero impone jerarquías, legitimadas por una moral, por la producción de sentido, y en esta legitimación, las redes discursivas sociales propician aceptabilidad, cohesión, e imponen determinadas perspectivas, éste es el principio general sobre el que Foucault se basa para analizar esta obra.

Foucault en “Las palabras y las cosas” plantea que en el paso a la modernidad, es el paso de la semejanza a la diferencia, de la fundamentación divina a la fundamentación racional y, en el contexto de esta valoración de la diferencia, la creación cultural del relato emancipatorio.

Foucault reordena las meninas y crea miles de nuevas interpretaciones, de creer que solo era una imagen real de un momento cotidiano, el reordenamiento de las cosas y la construcción del sentido, advierte, según la óptica del filósofo francés, el desplazamiento del Rey y del orden divino, del centro de la vida cotidiana.

Esta posibilidad del reordenamiento ha transformado a la fotografía en una producción artística, a partir de que un receptor puede moverse dentro de los significados posibles, de que la imagen comience a ser polisémica, la fotografía se convierte en un objeto a interpretar. Ya no es sólo un retrato en el cual un significado único se apodera de la imagen. Es por eso que la transformación de la lógica del pensamiento y la posibilidad de rearmar una imagen, hacen que la fotografía permita descubrir en ella fragmentos de la realidad visual (referente) y unos signos o formas sin referentes en el mundo de las cosas visibles, que están en la imagen pero no en la realidad.

“Toda fotografía se debate en la tensión entre la información bruta que transmite y su carácter polisémico” (Almasy, 1975).

Dejando de lado “las teorías de la fotografía como espejo de lo real (centradas en el concepto destacado por Barthes de la analogía o semejanza) y como transformación de lo real (la fotografía en tanto que lenguaje culturalmente codificado)” Santos Zunzunegui, “Pensar la imagen”, Dubois se centra en concebir la fotografía como una huella de lo real.

Está en saber qué sucede en el proceso de comprensión de la imagen fotográfica cuando el intérprete, a partir de la idea de Dubois que la foto es un índice de retorno hacia su referente, reorganiza los datos de la imagen y crea el significado. Esa creación del significado está en el reordenamiento de las cosas, y es cuando se da la posibilidad del reordenamiento de las cosas cuando la foto se convierte en arte, en el proceso de reestructuración de los elementos presentes en el mensaje fotográfico.

Así aparece el análisis de Peirce, sobre el estudio basado en Signo, Objeto, Interpretante. Ese proceso racional se basa en la organización de los datos presentes en el Signo, que refiriendo al Objeto, arrojan una cantidad de datos suficientes para que en el resultado mental, el Interpretante, aparezcan reordenados.

Por lo tanto, concibiendo a la imagen fotográfica como un retorno al referente en la cual un mensaje fotográfico esta constituido con elementos objetivos y elementos abstractos sin referente, que sólo significan individualmente, se obtendrá un sentido individualmente objetivo a partir del proceso semiótico en cual reordenando los elementos presentes (objetivos y abstractos) de un signo que refiere a un objeto (referente) se obtendrá un Interpretante individual y único para cada nuevo reordenamiento. A partir no de las semejanzas con la realidad que determinada imagen posee sino con las diferencias que pueden reestructurarse para lograr sentido.

El caso de la bicicleta

La bicicleta dibujada en cientos de paredes rosarinas por el artista Fernando Traverso es una forma de traducir la experiencia en textos. Determinado acontecimiento es registrado por medio de un mecanismo memorizante, la “bicicleta dibujada” se ha convertido en un texto de una cultura determinada. Aquí es esencial destacar el concepto de “texto” según Yuri Lotman, para él un texto es el producto de una determinada cultura que no es considerado como un objeto estable, sino más bien como una remodificación o una traducción donde se logra una intersección entre los puntos de vista del autor y el destinatario.

Esta imagen (la bicicleta de Traverso) despertó, por lo menos, dos grandes interpretaciones socialmente conocidas. Por un lado se encontraban quienes conocían la verdadera historia, aquella que cuenta como un amigo de Traverso fue detenido durante la última dictadura militar y fue junto a su bicicleta la última vez que Traverso vio a su amigo con vida. A partir de 2001 el artista comenzó a pintar bicicletas como la de su amigo en honor a él y los 349 desaparecidos más que dejó la dictadura en Rosario.

Por otro lado, estaban quienes adjudicaban esa bicicleta a la vida y memoria de Pocho Leprati, asesinado en 2001. Ambas versiones circularon con mucha fuerza entre los primeros días en que se vieron las bicicletas por primera vez. Frente a estas dos interpretaciones, se ve claramente como en el proceso de construcción de sentido pueden obtenerse interpretaciones diferentes.

En el caso de Bicicleta, el objeto se encontraba desordenado, hasta que el intérprete comenzó a ordenar los elementos existentes para llegar a interpretar que la bicicleta remitía a determinada cuestión. Lo interesante de este caso es como una imagen tan simple, a primera vista, como esa bicicleta puede generar interpretaciones dispares.

Estos elementos responden en cierta forma a los signos o formas sin referentes y fragmentos de la realidad visual. Frente a esto, la imagen de la bicicleta concebida como el signo del vehículo de transporte es un fragmento de la realidad visual socialmente interpretado así, sin embargo, en la Bicicleta de Traverso (como obra e imagen total la cual incluye el signo de bicicleta), son los elementos presentes en esta imagen sin referente en el mundo de las cosas visibles los cuales fueron reordenados de maneras diferentes dentro del proceso semiótico Objeto - Signo – Interpretante.

El Signo “Bicicleta de Traverso” respondía a un Objeto exterior que no podía ser definido igualitariamente por todos los receptores.

“En la semiosis social son necesarios textos que sean tomados como absolutos dentro de una cultura dada, correspondientes a códigos comunes al colectivo completo; mientras que en el nivel de la comunicación personal, el individuo recibe y transmite textos individualizados, correspondiente a códigos particulares.” La bicicleta es un código común, toda una comunidad comprende que una bicicleta no es más que un medio de transporte o de paseo. Pero la bicicleta de Traverso es un código particular donde un individuo recibe y transmite textos individualizados. Por eso es que la bicicleta de Traverso ha provocado por lo menos dos interpretaciones.

Es esta relación y unión entre código comunes y códigos individuales, según Lotman, y lo desarrollado sobre el reordenamiento de los elementos significantes de la imagen que se obtiene el sentido.

Bibliografía:

Sunzunegui, Santos; “La imagen fotográfica” en Pensar la Imagen, Madrid, Cátedra, 1998.

Foucault, Michel; “Las meninas” en Las palabras y las Cosas: Una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentinos, 2007.

Sontag, Susan; Sobre la fotografía (fragmentos). Buenos Aires, Sudamericana, 1977.

Lotman, Yuri: Capítulo 5 “El ecosistema cultural” en Texto, Cultura y memoria.

Peirce, Charles, Obra Lógico Semiótica

Berger, John; “Apariencias” en Otra manera de contar. Murcia; Mestizo, 1998.

El sentido y la duda

Frente al desamparo de la duda nunca ha existido mejor respuesta que el sentido. El sentido en tanto que valor potencial del sentimiento. La esperanza de la existencia de algún sentimiento sanador. Las incertidumbres suelen ser fatales, es la sensación que acompaña a toda conquista y en repetidas ocasiones son insoportables.

Pero nada puede ser peor, ni la muerte repleta de una vida sin sentimientos, ni la duda que asfixia conciencias, que la incertidumbre sin sentido. Aquella que me mantiene en vilo y que al final del camino sólo fue una ilusión.

Esa incertidumbre ociosa es la mayor desgracia a la cual un hombre puede aspirar.

17 agosto 2009

20 almas

Quizá valga la pena escucharlo recitar su vida sin que se lo pidan. Yo tengo mucha memoria, muy buena memoria, cuando tenía 12 años me fui de mi casa porque con mi madre no me llevaba bien, pedí permiso a mi padre y partí a hacer mi vida, solo. Yo tengo muy buena memoria. Juan Serré puede recitar lo que se le antoje, ni hace falta pedir que lo haga. Hasta casi se convierte en insoportable pero quizá valga la pena escucharlo un rato.
En 1951, cuando tenía 12 años abandonó su casa en Junín para emplearse como peón en una estancia en las cercanías de la ciudad. ¿Qué vas a hacer con tus estudios?, preguntó su padre, y Juan Serré con algo de seguridad le confesaría: “vas a ser el primero que se entere cuando haya hecho algo con eso”. Años después contaría que a lomo de caballo obtuvo tres títulos, mientras era peón en la estancia y compartía el cuarto con las hijas del patrón.
Juan Pereda y Morante, alcalde de la Villa del Rosario, tenía en sus manos y a su disposición tierras desde el río Carcarañá hasta el arroyo del Medio. Miles de hectáreas o miles de cuadras como se medían las tierras en el siglo XVIII, estaban cedidas por el Virrey de España a Morante. Cerca de los arroyos del Medio y el Pavón se hacía paso el camino Real que unía Buenos Aires con el Alto Perú y a la vera de éste, la esposa de Morante, Antonia del Pozo fundó en 1779 un oratorio, el Oratorio Morante.
Sería este oratorio un lugar de descanso y oración para los ejércitos nacionales. Dado que está muy cerca del camino Real, se estima que San Martín y sus granaderos camino a San Lorenzo, y Belgrano en otro momento, han pasado por allí. En 1840 cuando Juan Lavalle junto con sus tropas se dirigían a la derrota en Sauce Grande pararon a descansar en Morante. Pero hubo sangre derramada sobre ese suelo. En 1843 se enfrentaron los soldados comandados por el Coronel Arnold con los derrotados aborígenes, y en 1861 Mitre y Urquiza se cruzaron para librar la batalla de Pavón, siendo Mitre el triunfador.
Serré vive en Oratorio Morante y entre su nacimiento en Junín y su estadía en Morante, está su vida. Este señor canoso de setenta años que pasa las tardes sin la voluntad de ordenar ni limpiar su casa, estudió, a lomo de caballo, unos meses periodismo y abandonó, estudió locución y se recibió de martillero. A mediados de la década del 60, por casualidad y con sorpresa obtuvo un empleo en una empresa llamada Oxigena que trabajaba con oxigeno líquido que vaya uno a saber qué cosas hacían. Allí dejó la estancia pero no sus costumbres.
En la Unión Sovietica en 1939 el matrimonio Semyon Davidovich Kirlian y Valentina Kirlian inventa la cámara Kirlian. Ésta permite observar variaciones de presión, contacto a tierra, conductividad y humedad. Los creyentes creen que el halo de luz que se proyecta sobre los cuerpos fotografiados responde a la energía vital o aura. Juan Domingo Perón era dueño de una de estas cámaras a finales de la década del 40. Lo cierto es que esa cámara produce imágenes algo extrañas.
En esa casa desorganizada y poco prolija, en un lugar poco usual ya que ni su dueño, Juan Serré, sabe bien dónde está, existe una foto de Juan Domingo Perón de finales de la década del 40. Perón junto a una mujer desnuda y otros dirigentes caminan por una calle. Cuenta la historia de esa fotografía que al General Perón le gustaban demasiado las mujeres.
La dama de la fotografía está cubierta con un vestido y un conjunto de ropa interior de nylon que Perón le había obsequiado y que él mismo le había pedido que luciera en el día que tomaron la fotografía. Técnicamente afirman los conocedores que las imágenes tomadas por las cámaras Kirlian no se aprecia el nylon. Serré cuenta que esa foto llegó a él por manos de mismísimo fotógrafo, el mismo que le pidió confidencialidad y le recomendó cuidado al mostrarla.
Balas de cañones, puntas de lanzas, bayonetas y lazos. Los aborígenes combatían, defendían sus tierras. Las tropas realistas combatían y conquistaban tierras. El sur de Santa Fe tiene un pasado bélico que difícil es de esconder. El fuerte Sancti Spíritu, en Melincué, fue construido para frenar el avance de los ranqueles al mando del cacique Melín, el Oratorio Morante fue el escenario donde el Coronel Arnold, que muchos años después tendría el honor de grabar su nombre en un pueblo vecino, se enfrentó con los aborígenes, masacrándolos y conquistando sus tierras.
Balas de cañones, puntas de lanzas, bayonetas y lazos, todo eso guarda Juan en su casa-museo. Como si fuese una invitación en los vidrios de la única ventana a la calle de tierra, escrito con pintura blanca dice: Museo. ¿Querés saber cómo llegué acá? Sencillo, vivía en San Nicolás y venía seguido a la fiesta de la Virgen de los Remedios, todos los 8 de septiembre, así Juan devela el misterio de cómo se llega a vivir en un paraje con 20 personas, sin comercios y con la capillas más antigua que conocí y sin ni cura.
Trabajando en Oxigena, Juan Serré recorrió parte del país. 9 de Julio, General Pico, Cipoletti, Mar del Plata, Junín y otros lugares. Su última parada fue San Nicolás. Allí se casó, tuvo un hijo y es escapó. Harto de los drogadictos y de la violencia me vine a vivir en paz, esto fue en 1999. Se mudó, dejó todo y edificó su casita, su casa-museo.
A pocos metros de la capilla del Oratorio está el cementerio. Cruces de hierro forjado, sin nombres entre tapiales de no más de un metro y medio y entre yuyos quemados por el invierno descansan, quizá, los muertos de las guerras. Una treintena de cruces, algunas más elaboradas, otras humildes y desvencijadas. Ni una lápida, ni un nombre, ni una pista. ¿Muertos de 1840, de 1843, de 1861…? En aquellos años la muerte era algo más tempranera e inexplicable, se moría de tifus, fiebres, cólera. La escasez o la falta de higiene era uno de los principales motivos por los cuales terminar en una fosa comunitaria.
Mirá, ese lavatorio que está ahí, me dice Juan, tiene más de cien años. Remachado, porque hace más de cien años no existía la soldadora. Una palangana junto con un jarro de losa acomodados perfectamente en una estructura de hierro blanco opaco es lo más parecido que vi a esos utencillos que les acercaban a los enfermos en las películas ambientadas en 1850. ¿Quién está en ese cementerio? Nadie, no hay cuerpos. Hace unos años vinieron unos ingenieros con esas máquinas para buscar huesos y no encontraron ni un cuerpo. Los muertos por las guerras, por el tifus, por el cólera o por una pelea, terminaban en una fosa común, que debe estar ubicada más cerca del camino Real, pero acá, en este cementerio, no hay ni uno.
¿Periodista?, yo tuve un programa de radio durante muchos años cuando vivía en San Nicolás, me fue bien, me llamaban de todo lados. Muchas historias juntas, pero escucho.
¿Qué dice ese cartel?, me pregunta.
Pulpería, contesto.
No!, abajo…
Cuando los santos vienen marchando, leo.
Mjam, así se llamaba mi programa, pero lo dejé porque decía las cosas que no debía decir. Yo recito y muy bien, tengo muy buena memoria. Un cartel enorme que ocupa todo el ancho del comedor, de chapa y escrito con letras de pulpero. Sólo en esta casa puede verse cosa tan grosera.
Y ahora, una foto que no desentona en la casa, tiene su momento histórico. Fue en Rosario, en la Rural, unos 25 años atrás. Entre paisanos se conocen y el señor Serré estaba entre ellos. Parece que el organizador del desfile de caballo se quedó corto y Serré estaba vestido para la ocasión y a caballo. Suba a la pista no más. Y allí recitó y la gente lo aplaudió de pie. Por lo menos eso es lo que me hace creer.
¿Te conté que actué en una película? Se llama Flop y el director fue Eduardo Mignogna, tengo como quince videos de mis actuaciones en diferentes lugares. Me buscaron por como recito y por mi buena memoria, porque yo tengo muy buena memoria.
Cada rincón de la casa guarda historia, hasta el polvo que descansa en los intersticios de los cachivaches ha de tener memoria. Una foto de Perón junto a una mujer desnuda, otra con un ingeniero que vivió más de 120 años y ni mirándolo a los ojos uno puede saber qué edad tiene, una punta de lanza con más de una muerte, muerte con más de un siglo, un bayoneta alemana de 1865, un cartel enorme que invita a una pulpería, una jaula repleta de jilgueros mansos y una cáscara de nuez en el piso que piso y destruyo, una cáscara de nuez, según dicen es muy buena para la memoria.
Oratorio Morante hasta hace tres meses tenía 21 habitantes. Algo muy extraño debe sentir quien conozca los nombres de todos los habitantes de su pueblo. Pero esa debe ser la esencia de los lugares de paso, esos lugares en los que sólo se está de paso hace amigos a los seres más desconocidos. Hace tres meses murió Don Luís y hoy, en Oratorio Morante, son 20 almas, o Juan y las otras 19 que ya contarán su historia.