El
principio de la tristeza y el aburrimiento lo creo desde la incapacidad de
percibir grandezas y alegrías. Si no se cuenta con las capacidades necesarias
para comprender el mundo del arte, de las letras, de las imágenes y los
sentimientos, estaremos frente a posibles e irrefrenables tristezas y aburrimientos.
La
frase: “Me paso la tarde terriblemente angustiado. Por más que lo intente no
puedo llegar al general a quien veo a lo lejos corriendo en shorts y
musitando la palabra “nuez moscada” a sus enemigos.” Esto a mi no me provoca
ninguna sensación.
Por
eso recurro a la falta de entendimiento y capacidad. Me enfrento probablemente
a una genialidad o por lo menos a las palabras de un genio. Otras ideas del
mismo autor me enorgullecen, leerlas y considerarme un lector de ellas me hacen
orgulloso, pero cosas como las citadas en verdad me dejan con grandes dudas.
Soy
yo, seguramente, quien padece la estreches. Probablemente miles de almas mejor
preparadas han dormido con sonrisas luego de leer cosas como esas. Yo no, y me
siento triste y aburrido. Decepcionado por mi intelecto y posibilidades.
-Salga
de ahí, conde Drácula –grita el alcalde-. Tome un vaso de vino con nosotros.
-No
no cuenten conmigo. Tengo que despachar unos asuntos pendientes.
-¿En
el armario?
-Sí,
no quiero estropearles el día. Puedo oír lo que dicen. Estaré con ustedes en
cuanto tenga algo que decir.
Se
miran y se encogen de hombros. Sirven vino y beben.
-
Que bonito el eclipse de hoy –dice el alcalde tomando
un buen trago.
-
¿Verdad? –dice el panadero-. Algo increíble.
-
¡Dígamelo a mí! ¡Espeluznante! –dice una voz desde el
armario.
-
¿Qué, Drácula?
-
Nada, nada. No tiene importancia.
Este
diálogo me parece sublime. Además de gracioso e ingenioso, me pareció genial.
Mi discordia conmigo mismo está expresada en este momento. ¿Cómo puede ser que
lo inmediatamente anterior me suene a fantástico y dignamente digno y la
primera frase no sea de mi agrado en ningún sentido? La explicación creo
encontrarla en mí. Considero mi incapacidad no solo para comprender sino
también para avanzar en mis campos de entendimiento.
Vivo
días de plena estupidez e inoperancia intelectual y también vivo momentos doctorales.
Considero al autor de ambos fragmentos un escritor o productor de arte ejemplar
y magnífico. Sin embargo, comienzo, por primera vez en mi vida a dudar de lo
que leo, aunque nunca me asumiré alejado de la incomprensión y la
incapacidad.
El
aburrimiento no es un problema del tema, es un problema de la incompetencia. Tampoco
es un problema del contenido, es una responsabilidad de la forma.
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