29 julio 2010

Cuando veas que tengo...


¡Querido amigo!, has entrado a un terreno prohibido, el del pensamiento, me dice Roberto Arlt. El pensamiento es como un veneno sutil, en cuanto se gustó, no se le puede abandonar y cada vez va uno más adentro. Mi pronóstico, dice Arlt, es: Has tomado la vida demasiado en serio. La felicidad no existe ni existirá nunca para los que piensan.

Escuchalo, me grita otro tipo, aquél tiene razón, además dejame agregarte algo: El conocimiento del mundo genera perplejidad y angustia. El gran arte nace de la tristeza y el dolor, más cuesta festejar cuando cuanto menos del mundo desconocemos. Sin embargo se puede ser, también, triste y estúpido. Se puede safar de la melancolía y la nostalgia, por lo menos profesionalmente. El estado de alegría permanente tiene algo de estupidez. El estado de alegría consciente es venturoso.

Todos nos ponemos tristes y estúpidos. Todos extrañamos, todos queremos. Todos nos ponemos cínicos alguna vez, todos quisimos morirnos y también fuimos venturosos tipos felices.
Desgraciadamente estamos algo acostumbrados a creer que el amor dura para siempre y por el contrario el amor también termina, sin embargo su carácter efímero no hace de él algo indigno. Los amores nacen y también mueren. Hay que disimular que el amor debe durar para siempre. Pero pasa que en la vida no hay nada más lindo que tener esos pequeños instantes de felicidad compartida con amor.

Y entre el conocimiento del mundo y la sensación de que hasta el amor puede terminar, sin querer, llega el momento de recordar los recuerdos. Las frases, los libros, las citas, las canciones, las imágenes. Llega esa hora que nos hace repasar todo lo que ya no está y, sabiendo que el final será triste, continuamos en la profanación de los recuerdos. Aquella caja de un verano feliz que guarda en cada rincón encuentros, recuerdos que nunca me atreví a mirar.

Hoy tengo tus ojos guardados en los míos y cuando no me encuentre voy a estar esperando mirarlos. Yo hoy necesito cerrar los ojos y sentir que me estás abrazando y que los dos estamos luchando y apostando por lo mismo.

Ninguna de estas palabras es mía, aunque me las apropie. Cínico pero agradecido. Muy agradecido.

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