07 junio 2010

Porque si, compañera.

Porque quizá pase mucho tiempo hasta que la vuelva a ver, porque tengo sensaciones que quiero dar, porque en este blog no se publican cosas sino que se graban momentos para repasarlos y saber que vivo, porque el ensimismamiento más severo necesita que lo abracen, porque cada una de estas palabras tienen más sentido aún si son leídas, porque los meses van y no son más que un pequeño conjunto de momentos pasajeros que crean un círculo de acciones periódicas e idénticas, porque el tiempo y el lugar no son problema de la filosofía o la física sino del amor, porque no hay libro que le sea esquivo y porque los sueños viajan en pantuflas celestes.

Porque sepa, aunque no lo crea mi compañera, que un café es la excusa más hermosa.

Y más si esta vez fue café.

Florida y Boedo. Parte 1

Porque tengo la antipática necesidad de citar lo siguiente:

Borges: Recuerdo la polémica Boedo – Florida, por ejemplo, tan célebre hoy. Y sin embargo fue una broma tramada por Roberto Marini y Ernesto Palacio.

Sabato: Bueno, Borges, pero aquel tiempo no fue el mío.

Borges: Sí, lo sé, pero recordaba aquella broma de Florida y Boedo. A mí me situaron en Florida, aunque yo habría preferido situarme en Boedo. Pero me dijeron que ya estaba hecha la distribución y yo, desde luego, no pude hacer nada, me resigné. Hubo otros como Roberto Arlt o Nicolás Olivari, que pertenecieron a ambos grupos. Todos sabíamos que era una broma. Ahora hay profesores universitarios que estudian eso en serio. Si todo fue un invento para justificar la polémica. Ernesto Palacio justificaba que en Francia había grupos literarios y entonces para no ser menos, acá había que hacer lo mismo. Una broma que se convirtió en programa de la literatura argentina.

Creer o reventar.