EL siguiente trabajo se basa en la lectura, estudio y análisis de Facundo[1]
de Domingo Faustino Sarmiento. Además la contextualización del libro y el
momento histórico generó la necesidad de basarse conceptualmente en los
escritos de la época como Las Bases
de Juan Bautista Alberdi.
A
través de la vida del caudillo riojano Facundo Quiroga en particular, y del
aspecto de Argentina en general, Sarmiento logra una descripción minuciosa de
los escenarios, los personajes, la
cultura, la civilización y la barbarie, la política y los modos de
producción que existían en la República
Argentina en la década de 1840, momento en que aparece Facundo.
Los
propósitos del autor son esenciales para comenzar a analizar la obra, de ellos
se reflejan las intenciones, los receptores, los efectos deseados, los
objetivos. Se sabe que: Desprestigiar al Presidente de la República Juan Manuel de Rosas
y al caudillismo, justificar la causa de los emigrados argentinos en Chile como
es el caso de Sarmiento, suministrar a estos emigrados, claramente en contra de
la política de Rosas y por tal motivo perseguidos políticos, una doctrina que
les sirviese de interpretación y de incentivo en la lucha, desde la
civilización contra la barbarie y trazar un vasto y colorido panorama
geográfico y social del país y de los personajes característicos que habitaban
las pampas, eran los objetivos de Facundo.
En
enero de 1853, Juan Bautista Alberdi en una carta dirigida a Sarmiento diría
claramente cual era la actividad del sanjuanino: “Por diez años usted ha sido
un soldado de la prensa; un escritor de guerra, de combate. En sus manos la
pluma fue una espada, no una antorcha”.[2]
LA actividad periodística de Sarmiento era fundamental para lograr la lucha
política contra la tiranía de Rosas,
aunque puede apreciarse que Alberdi no estimaba demasiado las letras de
Sarmiento, al considerar que su pluma no era una antorcha está alejando de éste
toda suerte de pensamiento iluminador, pero esto pertenece a otro orden de
cosas. Lo cierto es que ambos coincidían en que el futuro de la Nación debía orientarse
hacia el progreso y la modernidad como se verá más adelante.
En
1837, año que se podría considerar como el comienzo de una nueva etapa revolucionaria
en el ámbito intelectual de la
Argentina , se publica La Cautiva
de Esteban Echeverría. Obra que significó darle ciudadanía a la patria en el
mundo del arte. La necesidad de crear una literatura argentina motivó a los
intelectuales de la época a fundar y consolidar un estilo nacional. Por eso
1837 puede considerarse como una año fundamental para el proceso que se
pretenderá para las siguientes épocas. La generación del 37 o la Joven Generación Argentina
vienen a ser instituciones nacidas en
este momento histórico, e inspiradas en los pensamientos de los grandes
pensadores europeos del momento.
A
partir de la obra de Sarmiento, el objetivo es reconocer qué conceptos, teorías
y estudios sociales y antropológicos pueden utilizarse para analizar, no sólo el
Facundo como producto desde la
concepción de “cultura” del autor; sino además descifrar qué choques
culturales, sociales y políticos se daban en Argentina a mediados del siglo XIX
y se observan en las líneas de la obra sarmientina. Articular las distintas
categorías conceptuales referidas al campo de la antropología a fin de lograr
un análisis profundo de la esfera cultural de esos años, e identificar los
tópicos; civilización, barbarie, cultura, lenguaje, idioma, campo, ciudad,
estereotipos, ser nacional, prensa, comunicación, poder, hegemonía y costumbres
entre otros, que aparecen algunos a la vista y otros disimulados entre las
líneas del Facundo.
El
propósito principal de esta monografía es interpretar las pequeñas situaciones
o conflictos comunicacionales que se sucedieron en Argentina específicamente
entre los años 1837 y 1845. Situaciones en las cuales, siguiendo los conceptos
de Alejandro Grimson, “diferentes grupos se interrelacionan y crean conflictos
dentro de un determinado campo de interlocución”.[3]
Sarmiento
está tentando, desde el nombre de la obra “Facundo.
Civilización y barbarie” a todo aquel que pretenda realizar un
socio-antropológico del libro.
Pensamiento
contemporáneo
Indudablemente
existieron factores ideológicos, éticos y morales que penetraron en los centros
urbanos como Buenos Aires y llenaron los espíritus de los bonaerenses más
instruidos con los ideales de la ilustración y el liberalismo. A partir de los
cánones europeos centrados en Francia, Inglaterra y la naciente democracia
estadounidense reflejada en los escritos del francés Alexis de Tocqueville [4]
(La democracia en América, 1835 – 1840), comenzó a despertarse en América,
precisamente entre la generación de Alberdi, Echeverría y otros, ideas
euro-centristas. La civilización sería un único estadio superior al cual el
hombre podía alcanzar gracias a su evolución. Sarmiento en el capítulo primero del
Facundo dice: “A la América del Sur en general
y a la República Argentina
sobre todo, le ha hecho falta un Tocqueville.”[5]
Así comienzan a vislumbrarse las ideas sobre las cuales se basaría el autor
para comprender la realidad, o por lo menos comienza a demostrar que la
influencia europea está presente.
Las
influencias sobre Sarmiento pueden apreciarse también en los autores de los
epígrafes de cada capítulo, Francis Head, inglés, Humboldt, alemán y
Shakespeare también inglés, entre otros. Tan importante es la influencia de
estos autores, que Sarmiento toma de los diarios de viajes que algunos de éstos
redactaron durante su recorrido por América, los aspectos que él desconoce.
Charles Darwin visitió estas regiones en 1834 y dejó escritos sobre lo que
observaba. Sarmiento al basar gran parte de su descripción en textos de
naturalistas europeos, como Darwin, iba a producir, inevitablemente,
descripciones euro-centristas.
Durante el siglo XVIII y XIX Europa se sentía
en el centro del universo y se consideraba el modelo a seguir por la humanidad.
Los avances tecnológicos, los logros en la ciencia, el progreso económico y el
gran desarrollo filosófico eran razones suficientes como para sentirse el
centro de la humanidad. Francia e Inglaterra eran los centros urbanos más
importantes del mundo y de allí nacían las baese para la organización de
estados civilizados y modernos. Aquellos pueblos que no obtengan o que no
pretendan alcanzar el desarrollo económico, cultural, político y social con que
contaban éstos, no serían otra cosa más que bárbaros, primitivos o periféricos.
En
Europa comienzan a discutirse los conceptos de civilización y cultura.
Civilización no significa lo mismo para los distintos países de occidente.
Mientras que para Francia e Inglaterra el concepto de civilización resume el
orgullo que inspira la importancia que tiene la nación propia en el conjunto
del progreso de Occidente y de la humanidad en general, en Alemania significa
algo muy útil pero con un valor de segundo orden, esto es, algo que afecta
únicamente a la exterioridad de los seres humanos. La palabra con la que los
alemanes se interpretan a sí mismos y expresan su orgullo es cultura, que además se diferencia de
otras culturas.
Siguiendo
las nociones de Norbert Elias en Sociogénesis
de los conceptos “civilización y cultura”
puede resumirse lo siguiente: Civilización
para Francia e Inglaterra significaba el conjunto de hechos políticos,
económicos, religiosos, técnicos, morales o sociales. Se refiere a los logros y
a la actitud de los seres humanos. Es un concepto que engloba las apariencias,
los buenos modales, las actitudes. Es claramente un concepto fundado dentro de
una alternativa humanística, alternativa
que “estaba ligada claramente al pensamiento iluminista: etnocéntrico. Dentro
de esta concepción había grados de cultura que era posible escalar; absoluto,
singular: la “cultura de una humanidad en su conjunto, en la que era posible
imaginar el mejoramiento, la perfección, pero donde la perfección estaba ligada
a la imagen de los pueblos europeos” (Stockin).[6]
“Por
otro lado la alternativa antropológica se centraría en otros contenidos: la idea
del relativismo, que afirma la validez por igual de los valores y costumbres de
todos los pueblos; el interés por las condiciones que aseguran el mantenimiento
del sistema; la idea de que hablamos de una pluralidad de culturas igualmente
organizadas para responder a todos los ámbitos de los requerimientos de la vida
humana” (Strocking).[7]
Hasta
aquí tenemos el concepto de culturay civilización para Francia, Inglaterra y
Alemania, que van construyendo una idea de cómo el hombre comenzaba a
observarse, durante el siglo XIX, con respecto a los demás. A partir de estas
dos alternativas comenzaremos a
construir las nociones de civilización y barbarie que continuamente aparecen en
Facundo. Toda la obra de Sarmiento
está pensada y constituida bajo la forma de cultura en singular, bajo la mirada
humanística.
La
clase media urbana y la aristocracia de Argentina cieron en las naciones
industrializadas de Europa y en Estados Unidos los cánones para una nación que
se debía construir en base al progreso y desarrollo, eliminando toda referencia
a los antepasados o la cultura existente en las campañas. El hombre americano y
el argentino puntualmente debían seguir estos cánones.
Para
estudiar el Facundo resulta necesario
mostrar cuales eran las bases ideológicas y los conceptos de país que se
deseaban por aquella época. Si bien Las
Bases[8]
de Juan Bautista Alberdi fueron escritas mucho tiempo después de la aparición
de Facundo y posteriores al
alejamiento de Rosas del poder, son útiles para la compresión del pensamiento
de la generación ilustrada de aquellos años, y reflejan fielmente la estrecha
relación ideológica con la Europa civilizada. Éstas dicen:
“Solo por medio de la educación conseguirán algún día, estos pueblos,
hacerse merecedores de la forma de gobierno que la necesidad les impuso
anticipadamente…” “…Hoy mismo, bajo la independencia, el indígena no figura ni
compone mundo en nuestra sociedad política y civil. Nosotros los que nos
llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en América.
Cráneo, sangre, dolor, todo es de fuera.”[9]
“Nuestra religión cristina ha sido traída a América por los extranjeros.
A no ser por Europa, hoy América estaría adorando al sol, a los árboles, a las
bestias, quemando hombres en sacrificio, y no conocería el matrimonio. La mano
de Europa plantó la cruz de Jesucristo en la América antes gentil. ¡Bendita sea
por esto solo la mano de Europa!”.[10]
La idea de eliminar o descartar las tradiciones existentes hasta el
momento se ve reflejada en la siguiente frase de Alberdi:
“En América todo lo que no es Europeo es bárbaro: no hay más división
que ésta: 1°, el indígena, es decir, el salvaje; 2° el europeo, es decir,
nosotros los que hemos nacido en América y hablamos español, los que creemos en
Jesucristo y no en Pillán (Dios de los indígenas).”[11]
“Cada europeo que viene a
nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que luego comunica a
nuestros habitantes”. “¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad
inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados
Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres y radiquémoslas
aquí…” “…Haced pasar por roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de
nuestras masas populares, por todas las transformaciones de mejor sistema de
instrucción: en cien años no haréis de él un obrero inglés que trabaja,
consume, vive digna y confortablemente”. [12]
Educando nuestras masas, diría
Alberdi, se conseguirá el orden interno y gracias a él “vendrá la población de
fuera”. “No temáis tampoco que la nacionalidad se comprenda por la acumulación
de extranjeros, ni que desaparezca el tipo nacional. Ese temor es estrecho y
preocupado. Mucha sangre extranjera ha corrido en defensa de la independencia
americana.” “No temáis, pues, la confusión de razas y de lenguas. De la Babel,
del caos, saldrá algún día brillante y nítida la nacionalidad sudamericana. El
suelo prohija a los hombres, los arrastra, se los asimila y hace suyos. El
emigrado es como el colono: deja la madre patria por la patria de su adopción”.[13]
Esta frase refleja la esperanza que tenía en crear una nacionalidad
sudamericana hija de la Europa modernizada, trayendo valores, costumbres y
modos. Importar una cultura ajena que se veía más próspera.
Para las primeras décadas del siglo
XIX, Buenos Aires copiaba, o por lo menos intentaba, los modales europeos. Bien
se describe este sentimiento en una nota escrita por Juan Bautista Alberdi bajo
el seudónimo de Figarillo aparecida en el periódico La Moda del 2 de diciembre de 1837:
“Voi á dar reglas que no son mías. Qué Dios
me libre de meterme á innovador. Aborrezco esos espíritus inquietos que con
nada están contentos. Enseño lo que he visto, lo que se usa, lo que pasa por
bello entre gentes que pasan por cultas. Para hacer una visita, no es necesario
saber la hora. Métase V. aunque sea á las dos de la tarde; así se estila en
Paría y en Londres; se supone que la gente de tono come á las cinco”.[14]
Alberdi no pretendía reflejar,
estrictamente, las costumbres del país, sino la verdadera esencia del espíritu
que ellas ofrecían.
En una sesión de lecturas que se
celebró en el Salón Literario durante diciembre de 1837, Esteban Echeverría
diría: “Para que nuestras tareas sean verdaderamente fecundas es preciso
circunscribirlas a la vida actual de nuestra sociedad, a las exigencias vitales
por el momento para el país. Es sabido que los elementos que constituyen la
civilización son el industrial, el científico, el religioso, el político y el
artístico”.[15]
Todas estas citas mencionadas sirven
para ilustrar cuál era la idea de país que se deseaba o soñaba. Ésta era la
situación que se vivía en Buenos Aires durante la década de 1830 y comienzos de
la siguiente. Pero existía un interior o “las campañas” como Sarmiento llamaría
a las poblaciones de las provincias que no se manejaban con el mismo
pensamiento ilustrado que la capital nacional. En este interior existían otros
valores, otras costumbres más bien nacionales o tradicionales ajenas a
cualquier influencia europea. El gaucho poblaba la pampa y Facundo Quiroga era
el mejor representante que Sarmiento encontró. La figura de Quiroga se
convertiría en el estereotipo nacional del interior, incluiría en él todos los
signos de la barbarie: el cuchillo, el caballo, el poncho, las boleadoras, etc.
El idioma en el Facundo
Continuando dentro de Europa pero
centrándonos en Alemania a fines del siglo XVIII, años antes de la Revolución
Francesa, el poder político estaba en manos de la nobleza cortesana
franco-parlante. Eran los exponentes de la clase civilizada en un país donde el
alemán, como lengua de las clases medias-bajas era mal visto. Se dijo: "El
alemán, la lengua de las capas bajas y medias es torpe y desdeñado. Leidniz, el
único filósofo cortesano de Alemania, el único gran alemán de la época, habla y
escribe francés y latín y poco alemán. Hablar francés era el rasgo estamental
de todas las capas superiores de la sociedad.
E. de Mauvillon dijo en 1730 en
sus Lettres Francoises et Germaniques, "No hace muchos años todavía que no
se decían cuatro palabras en alemán sin intercalar dos en francés"
En la "Advertencia del
autor" en Facundo, Domingo F.
Sarmiento utiliza una frase que a medida que fueron pasando los años fue
tomando significados y connotaciones diferentes.
"On ne tue point les idées."
Sarmiento la traduce como "A
los hombres se degüella, a las ideas no" y se la atribuye a Fortoul. Sin
embargo hay dudas sobre la procedencia de esta frase. Paul Verdevoye cree que
es un recuerdo de una frase de Diderot: "On ne tue pas de coups de fusil
aux idées". Sarmiento realiza una traducción personal de una frase sobre
la cual no se tienen muchas certezas, es más al día de hoy la frase se
popularizó como: "Las ideas no se matan". Más allá de estas
imprecisiones, lo fundamental es que esta frase es escrita por el autor del Facundo en una pared de Buenos Aires,
sobre el hecho, esto diría:
"A fines de 1840... al pasar
por los baños de Zonda, bajo las armas de la patria, que en estos días más
alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras: On ne tue
point les idées. El gobierno a quien se le comunicó el hecho, mandó una
comisión encargada de descifrar el jeroglífico.... oída la traducción, ¡y bien!
-dijeron-, ¿qué significa esto?"
Al utilizar el término
jeroglíficos, Sarmiento en una muestra de arrogancia crucifica a Rosas como
líder del Gobierno y principal receptor y despectivamente ataca el
desconocimiento y la ignorancia de sus enemigos. Continúa con la ofensiva al
reproducir la reacción de los destinatarios, demostrando que ni siquiera luego
de oír la traducción comprenden el significado.
David Morley en Interpretar la televisión: la audiencia de
Notiowide, afirma: "El sentido de un texto o un mensaje debe
entenderse como un producto de la interacción entre los códigos introducidos en
el texto y los códigos en los que habitan los diferentes sectores de la
audiencia".
Es así como Sarmiento se
diferencia, utilizar un código diferente o que su audiencia desconoce, es una
actitud que en primer lugar demuestra el deseo de diferenciarse, como se ha
dicho, y además, el poco deseo de lograr una interacción entre ambos sectores.
Los deseos de Sarmiento se alejan demasiado de comprender una nación unida ppo,
aunque sea, un código común.
El uso del francés demuestra la
simpatía por éste país y a la vez la forma en que Sarmiento se colocaba lejos
de la barbarie que lo rodeaba. Éste es el primer choque cultural que se
desprende del Facundo. Que el incio
de la obra esté marcado por esta situación que vivía San Juan durante 1840:
"Aquí los hechos con toda su triste y espantosa severidad. Solo la
historia de las conquistas de los mahometanos sobre la Grecia presenta ejemplos
de una barbarización, de una destrucción tan rápida" Y los hechos serían:
"Solo tres jóvenes se están educando fuera de la provincia, sólo hay un
médico sanjuanino, no hay tres jóvenes que sepan inglés, ni cuatro que hablen
francés..."
Sobre el final de las citas se
aprecia nuevamente la importancia que Sarmiento le daba a los idiomas
extranjeros.
Algunos años más adelante Juan B.
Alberdi diría: "El idioma inglés, como idioma de la libertad, de la
industria y del orden, debe ser aún más obligatorio que el latín; no debiera
darse diploma ni título universitario al joven que no lo hable y escriba. ¿Cómo
recibir el ejemplo y la acción civilizadora de la raza anglosajona sin la
posesión general de su lengua?"[16]
Retomando el tema tratado sobre
Alemania, se ve como aquí también la lengua nacional no era la más apropiada
para distinguirse. Bárbaro y salvaje era aquel que no hablara en otra lenguas,
que era distinguida y se sentía más parte de los modos civilizados de Francia
que el atraso alemán, y en Argentina quienes ocupaban el gobierno o eran
poseedores del poder, desde una mirada eurocentrista y bajo los dogmas de la
alternativa humanística, eran las clases bárbaras o los incivilizados.
Sin embargo, las clases excluidas
de Alemania quienes no eran corteses y no tenían fuerza en la política, eran
quienes defendían el término de "culturas", de esta clase media
intelectual surgieron las producciones intelectuales más importantes de
Alemania, que perduran hasta hoy y fueron la base de la organización del país.
Los gauchos y los caudillos con
Rosas en el gobierno contaban con el poder político, la fuerza, la violencia
y eran sus ideas las que gobernaban el
país. El exilio de Sarmiento es una muestra de cuál era la fuerza o ideología
dominante. En cuestiones políticas, Rosas, los caudillos y los gauchos eran los
poseedores de la fuerza o el dominio. Sin embargo, y trasladándonos hasta el
presente los textos que han perdurado con mayor éxito son las producciones de
quienes en ese momento eran los oprimidos. El Facundo es el resultado de un
sector oprimido que debía consolidar fuerzas para luchar contra quienes los
ordenaban. Argentina presentaba dos fuerzas dominadoras, una dominaba la
palabra, otra la fuerza. Aunque puede hablarse de luchas, no puede afirmarse
que existieron ganadores o perdedores. Rosas, luego de la guerra con Brasil, no
continúa su mandato, pero no puede afirmarse que es un triunfo de la generación
ilustrada y que gracias a sus producciones intelectuales derrocaron a Rosas.
Si es cierto que los textos, por
ejemplo el Facundo, influenciaron y
mantuvieron viva la esperanza de un país diferente entre los opositores a
Rosas, pero no por eso puede decirse que es un triunfo de las clases
subalternas al poder político.
Por tanto, el cambio de
paradigmas, el paso de una concepción de cultura en singular (alternativa
humanística) a una definición plural del término (alternativa antropológica) es
resultado de que la idea de que un país o una nación encierre en si misma una
única “cultura” es insostenible.
En Alemania han triunfado y
perdurado las ideas de esa clase media que no hablaba francés y en Argentina ni
el gobierno de Rosas, con su empecinado odio contra los unitarios intentando
crear una única nación bajo las ideas y ni la visión euro-centrista de
Sarmiento, por ejemplo, han podido perdurar y establecerse como únicas.
Ninguno de los proyectos, mientras
se constituía, como inasociables, lograron consolidarse.
Alejandro Grimson dice: “…es
posible considerar que un proyecto estatal fue exitoso, no porque haya anulado
la oposición, sino en medida en que la resistencia a los sectores dominantes se
haya realizado en los términos en que los actores fueron interpelados…”[17]
Hasta el mismo Alberdi, retomando
la carta enviada a Sarmiento en 1853 comienza a dar muestras de entender que en
realidad existen diferentes y que hay personas con otras formas (salvajes) que
convivían con ellos, los civilizados: “No hay más que un medio de admitir los
principios, y es admitirlos sin excepción para todo el mundo, para los buenos y
para los pícaros. Cuando la iniquidad quiere eludir el principio, crea
disensiones y divisiones; divide a los hombres en buenos y malos, de derechos a
los primeros y pone fuera de la ley a los segundos, y por medio de ese fraude
funda el reinado de la iniquidad, que mañana concluye con sus autores mismos.
Dad garantías al caudillo, respetad al gaucho, si queréis garantías para todos”
Sin embargo Alberdi en las “Bases y puntos…” continuará teniendo la misma
visión euro-centrista, es singular destacar este dato.
No solo Sarmiento tenía los ojos
puestos en Europa, Rosas también lo hacía aunque con fines diferentes.
Sarmiento pretendía traer las costumbres y modos europeos, Rosas pretendía
mostrarse y llevar a Europa su gobierno. Europa era un lugar a donde todos
miraban. Y es aquí donde se da un desfasaje entre los habitantes del país.
Quienes ostentaban pertenecer a la elite, a la civilización, por lo menos por
la lectura de algún libro tenía conocimiento sobre lo que era Europa, sin
embargo el gaucho que era la base de gobierno y fuerza de Rosas, poca o ninguna
idea tenía sobre que significaban los modales europeos.
Rosas representaba a caudillos y
gauchos que en poco se parecía a él. Facundo Quiroga era un medio entre los
representantes y representados, pero igualmente estaba muy lejos de alguna
costumbre europea, no hay dudas de esto.
Da muestras de este interés de
Rosas por Europa lo dicho por Sarmiento en la Introducción al Facundo:
“He aquí como la prensa de
Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile, Corrientes, va a turbar tu
sueño en medio del silencio sepulcral de tus víctimas; he aquí que has visto
compelido a robar el don de las lenguas para paliar el mal, don que sólo fue
dado para predicar el bien”[18]
Mientras tanto Rosas, en una lucha
abierta con Sarmiento, hizo publicar durante 1843 y 1851 el Archivo americano y espíritus de la prensa
del mundo, dirigido por Pedro de Angelis y publicado en español, francés e
inglés para mostrar y justificar su política a los ojos del mundo.
El gaucho en la
ciudad
En el
capítulo catorce, sarmiento se pregunta de dónde ha sacado Rosas el plan de
invocaciones que introduce en su gobierno y agrega a la pregunta la perplejidad
que le produce no entender cómo se puede ejercer tal desprecio por el sentido
común, por la tradición, por la conciencia y por la práctica inmemorial de los
pueblos civilizados.
Sobre
este punto se observa cómo Sarmiento se desentiende de otras culturas, la única
tradición es la que mentes com o la del autor de Facundo cobijan. Justamente,
desde la idea de traer nuevos modos, formas europeas, copiar modelos e imponer
modelos extranjeros, se está demostrando que las tradiciones de nuestro país
son otras.
Yuri
Lotman habla de dos formas de culturas. Las culturas ritualizadas implican
formas de comportamiento y protocolos rígidos, puesto que la relación plano de
la expresión y plano del contenido son biunívocas y no arbitrarias. Se entiende
que todas son formas de un texto único, de un contenido determinado con
anticipación, del que hay que aprender la lengua y pronunciarla correctamente.
Por otro lado habla de culturas gramaticalizada, en las cuales la cultura se
modeliza como un sistema de reglas generativas de textos. En éstas las reglas
son variables y convencionales y se presupone una libertad, tanto en la
elección del contenido como en su nexo con la expresión.
En
las culturas ritualizadas no se da la tendencia a la expansión, sino más bien a
la clausura, al fundamentalismo, a la conservación del propio sistema y, en
última instancia a la suspensión de la otredad que se entiende como una amenaza
o como lo no verdadero.
Claro
ejemplo es el antes mencionada de sarmiento, la supresión del otro, el
asentamiento en los modos ajenos que ni siquiera le son propios de su lugar de
origen pero que considera como los más óptimos para su país. El texto único,
como uno de los pilares de esta clase de cultura propuesta por Lotman, se nota
en esta poco feliz expresión:
“Como
mi ánimo es sólo mostrar el nuevo orden de instituciones que suplantan a las
que estamos copiando de Europa, necesito acumular las principales. Verdad es
que una mañana se fusilan cuarenta y cuatro indios en una plaza de la ciudad
que aunque salvajes, eran, al fin hombres…”.
Aunque
salvajes, eran, al fi hombres…
Pero
la entrada del gaucho en la ciudad es mucho mpas significativa que lo expuesto
hasta el momento. Siguiendo en el Capítulo catorce de Facundo, Sarmiento pronuncia: “Las fiestas de las parroquias son
una imitación de la hierra del ganado; la cinta colorada que clava a cada
hombre, mujer o niño es la marca con la que el propietario marca su ganado,
erigido en medio de ejecución pública, viene de la costumbre de degollar ls
reses que tiene todo hombre en la campaña: la prisión sucesiva de centenares de
ciudadanos; sin motivo conocido, es el rodeo con que deciliza el ganado,
encerrándolo diariamente en el corral, son otros tantos medios de domar a la
ciudad”. [19]
Los
códigos del campo en la ciudad
A la
hora de afrontar una determinada cultura, Lotman considera dos ópticas posibles
para verla, como una determinada información significativa ó como un sistema de
códigos sociales que permiten expresar esa información mediante unos signos
determinado para convertirla en patrimonio de una colectividad humana.
Si
consideramos la segunda opción, la cultura se presenta como una jerarquía de
códigos. Al establecerse una jerarquía de los códigos culturales se puede
determinar un puesto de hegemonía o subordinación. En el primer caso Yuri
Lotman habla de código dominante.
“Cuando
hablamos de códigos dominantes, nos referimos a que la cultura es un conjunto
de lenguajes particulares que están produciendo textos en forma ininterrumpida,
que los lenguajes son descifrados según sistemas de codificación y que, si
practicamos cortes sincrónicos, veríamos que hay algunos dominantes
jerárquicamente y otros subordinados y que esta selección es dinámica e
históricamente variable”. (Yuri Lotman)
En el
párrafo citado de Facundo se perciben
los códigos que dominan la escena y la interacción entre ellos. Existe un
código que prevalece sobre otro, en este caso viene a ser el del gaucho que
somete, pero la ideología que triunfa es la de la civilización, claro está que
es difícil hablar de dominación códigos observando la situación
diacrónicamente, por eso es como Lotman afirma, el análisis debe ser
sincrónico.
La
cultura, en cuanto es memoria o grabación de lo vivido colectivamente, se
relaciona necesariamente con la experiencia histórica pasada, es decir que una
cultura, establece reglas que definen para el hombre “programas” de
comportamiento. Estos programas permiten traducir la experiencia en textos y
registrarlos en alguna de las lenguas de los mecanismos memorizantes para
convertirlos en acontecimientos de la cultura en una época dada.
Sarmiento
con el Facundo no pretendía lograr un
producto enciclopédico donde años después se lo consulte para saber cómo era
Argentina a mediados del siglo XIX. La urgencia con que lo escribió lo llevó a
cometer errores descriptivos de lugares que nombra principalmente en los
primeros capítulos, pero esta premura respondía a una urgencia política, a una
necesidad política. El Facundo era
una respuesta a la tiranía de Rosas que debía conocer la calle lo antes posible
para dar comiendo a una lucha y resistencia contra el poder. Por eso, no es
posible afirmar que la obra de sarmiento fuese escrita con deseos de prosperar
en la historia, el deseo que motivaba su
escritura no era a largo plazo, sin embargo el Facundo sobrevivió y es hoy considerado un libro más descriptivo y
literario que de resistencia política.
Civilización y
barbarie
“el gobierno de
Juan Manuel de Rosas clava en la
culta Buenos
Aires el cuchillo del gaucho y
destruye la obra
de los siglos, la civilización, las
leyes y la
libertad.”[20]
Finalmente
es necesario un desarrollo más profundo de estos dos términos, civilización y
barbarie. Sarmiento al elegirlos está determinando dos corrientes, segmenta y
encasilla. Todo lo que es expuesto en Facundo está signado por estas ideas,
aquello que era civilización tenía de enemigo al bárbaro, a la barbarie. La
barbarie veía en los “civilizados” al enemigo.
La
civilización es producto del capitalismo moderno, y éste como modo de
producción económico se expandió por todo el universo. La universalización del
capitalismo como modo de producción económico occidental logró que todos
aquellos cánones culturales acuñados
en Europa durante los siglos XVII y XVIII se expandieran y se
institucionalizaran como ideología dominante. Capitalismo y civilización, en
tanto que costumbres europeas y modales cortesanos, iban de la mano y así
llegaron hasta América.
Sin
embargo, como dice Carlo Guizburg “La existencia de diferencias culturales
dentro de las denominadas sociedades civilizadas, constituye la base de la
disciplina que paulatinamente se ha autodefinido como folklore”. El legado
cultural de los gauchos o de las clases que no fueron las dominantes luego de
la caída de Rosas, se convirtió en lo que hoy llamamos, folklore. La producción
cultural de las provincias alejadas de la Capital, en sus letras, en la música,
engendran el sentimiento de aquel gaucho. Las costumbre expuestas en la
producción folklórica actual son las que fueron transmitiéndose durante
décadas. El Martín Fierro de José
Hernández se conserva como la primera gran producción folklórica y obra y
producto de cuando el gaucho era acosado y perseguido, de cuando comenzaban a
establecerse las ideas europeas que Sarmiento y otros deseaban para el país.
Nuevamente
volvemos a la idea de la resistencia como producción. Las clases en resistencia
han producido grandes textos que se consolidaron como legados culturales, las
dos obras más importantes (Facundo y Martín Fierro) de los comienzos de la
literatura argentina fueron producto de sectores que se encontraban en
resistencia al poder, que resistían a quienes pretendían la dominación.
Durante
la lectura del Facundo puede
apreciarse claramente cuál es la visión de Domingo Sarmiento. La concepción de
cultura, del ser civilizado, del salvaje y poco culto. No presenta en ninguna
línea la posibilidad de considerar al hombre de las campañas como una persona de
costumbres diferentes, con una cultura diferente. Los modales, o la falta de
ellos, eran considerados por Sarmiento como una temible barbarie, que sin
embargo fue causa y efecto de gran parte del pensamiento nacional.
[1] La obra aparecida en
forma de folletín en el diario “El Progreso” llevaba el nombre “Vida de
Quiroga”, sin embargo al imprimirse como libro, la primera edición lleva el
título “Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico,
costumbres y hábitos de la República
Argentina ”, Santiago de Chile 1845. La segunda edición, 1851,
también realizada en Chile, lleva el título de la segunda. Solo en la tercera
edición (New Cork, 1868) se utilizará el título que perdurará: “Facundo o
civilización y barbarie en las pampas argentinas”. Así, solo el nombre del
caudillo será suficiente para mencionar el nombre de la obra de Sarmiento, no
solo porque este personaje es el eje en varios capítulos gracias a sus hechos,
sino porque además el protagonista a cobrado identidad como figura literaria.
En esta monografía, por cuestiones simplificadoras, se utilizará “Facundo” para hacer referencia a l obra
de Sarmiento, que, aunque parezca innecesaria la advertencia, sí vale aclarar
esta cuestión sobre el título de la obra.
[2] Alberdi, Juan Bautista.
“Primera carta quilotana, enero de 1853” a Domingo F. Sarmiento. En “Cartas
memorables”, Revista Ñ, N° 253, 2008.
[3] Grimson, Alejandro,
“Introducción” y “Cultura, nación y campos de interlocución”, en
Interculturalidad y comunicación, Bogotá, Norma, 2002.
[4] Tocqueville al llegar a
Estados Unidos se sorprende de cómo la ciudadanía había alcanzado un estado
democrático tan alto. Observa que la igualdad y la libertad comienzan a ser
valores comunes entre los habitantes de Norteamérica y lleva, sorprendido, esas
ideas a Francia donde se estaba gestando la revolución de 1789.
[6] Los concepto
desarrollados por Stocking pueden encontrarse en El concepto de cultura en Antropología de María Rosa Neufeld.
[8] Alberdi, Juan
Bautista. Bases y puntos de partida para la organización política de la
Republica Argentina, Argentina, 1852.
[9] Alberdi, Juan
Bautista. Capítulo 14: “Acción civilizadora de Europa en las Repúblicas de Sud
América”. En: “Bases y puntos…”. Argentina, 1852.
[12] Alberdi, Juan
Bautista. Capítulo 15: “De la inmigración como medio de progreso y de cultura
para la América del Sud”. En: Bases y puntos de partida para la organización
política de la República Argentina, Argentina, 1852.
[15] Levene,
Gustavo Gabriel. Nueva Historia Argentina,
Tomo 3, Buenos Aires, Epuyen, 1964, nota 13, p. 348.
[16] Alberdi, Juan
Bautista. Capítulo 13: “La educación no es la instrucción”. En: Bases y puntos
de partida para la organización política de la Republica Argentina, Argentina,
1852.
[17] Grimson,
Alejandro, “Introducción” y “Cultura, nación y campos de interlocución”, en
Interculturalidad y comunicación, Bogotá, Norma, 2002.
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