27 agosto 2014

Facundo: civilización y barbarie


EL siguiente trabajo se basa en la lectura, estudio y análisis de Facundo[1] de Domingo Faustino Sarmiento. Además la contextualización del libro y el momento histórico generó la necesidad de basarse conceptualmente en los escritos de la época como Las Bases de Juan Bautista Alberdi.
A través de la vida del caudillo riojano Facundo Quiroga en particular, y del aspecto de Argentina en general, Sarmiento logra una descripción minuciosa de los escenarios, los personajes, la cultura, la civilización y la barbarie, la política y los modos de producción que existían en la República Argentina en la década de 1840, momento en que aparece Facundo.
Los propósitos del autor son esenciales para comenzar a analizar la obra, de ellos se reflejan las intenciones, los receptores, los efectos deseados, los objetivos. Se sabe que: Desprestigiar al Presidente de la República Juan Manuel de Rosas y al caudillismo, justificar la causa de los emigrados argentinos en Chile como es el caso de Sarmiento, suministrar a estos emigrados, claramente en contra de la política de Rosas y por tal motivo perseguidos políticos, una doctrina que les sirviese de interpretación y de incentivo en la lucha, desde la civilización contra la barbarie y trazar un vasto y colorido panorama geográfico y social del país y de los personajes característicos que habitaban las pampas, eran los objetivos de Facundo.
En enero de 1853, Juan Bautista Alberdi en una carta dirigida a Sarmiento diría claramente cual era la actividad del sanjuanino: “Por diez años usted ha sido un soldado de la prensa; un escritor de guerra, de combate. En sus manos la pluma fue una espada, no una antorcha”.[2] LA actividad periodística de Sarmiento era fundamental para lograr la lucha política contra la tiranía de Rosas, aunque puede apreciarse que Alberdi no estimaba demasiado las letras de Sarmiento, al considerar que su pluma no era una antorcha está alejando de éste toda suerte de pensamiento iluminador, pero esto pertenece a otro orden de cosas. Lo cierto es que ambos coincidían en que el futuro de la Nación debía orientarse hacia el progreso y la modernidad como se verá más adelante.
En 1837, año que se podría considerar como el comienzo de una nueva etapa revolucionaria en el ámbito intelectual de la Argentina, se publica La Cautiva de Esteban Echeverría. Obra que significó darle ciudadanía a la patria en el mundo del arte. La necesidad de crear una literatura argentina motivó a los intelectuales de la época a fundar y consolidar un estilo nacional. Por eso 1837 puede considerarse como una año fundamental para el proceso que se pretenderá para las siguientes épocas. La generación del 37 o la Joven Generación Argentina vienen a ser instituciones nacidas en este momento histórico, e inspiradas en los pensamientos de los grandes pensadores europeos del momento.
A partir de la obra de Sarmiento, el objetivo es reconocer qué conceptos, teorías y estudios sociales y antropológicos pueden utilizarse para analizar, no sólo el Facundo como producto desde la concepción de “cultura” del autor; sino además descifrar qué choques culturales, sociales y políticos se daban en Argentina a mediados del siglo XIX y se observan en las líneas de la obra sarmientina. Articular las distintas categorías conceptuales referidas al campo de la antropología a fin de lograr un análisis profundo de la esfera cultural de esos años, e identificar los tópicos; civilización, barbarie, cultura, lenguaje, idioma, campo, ciudad, estereotipos, ser nacional, prensa, comunicación, poder, hegemonía y costumbres entre otros, que aparecen algunos a la vista y otros disimulados entre las líneas del Facundo.       
El propósito principal de esta monografía es interpretar las pequeñas situaciones o conflictos comunicacionales que se sucedieron en Argentina específicamente entre los años 1837 y 1845. Situaciones en las cuales, siguiendo los conceptos de Alejandro Grimson, “diferentes grupos se interrelacionan y crean conflictos dentro de un determinado campo de interlocución”.[3]
Sarmiento está tentando, desde el nombre de la obra “Facundo. Civilización y barbarie” a todo aquel que pretenda realizar un socio-antropológico del libro.

Pensamiento contemporáneo

Indudablemente existieron factores ideológicos, éticos y morales que penetraron en los centros urbanos como Buenos Aires y llenaron los espíritus de los bonaerenses más instruidos con los ideales de la ilustración y el liberalismo. A partir de los cánones europeos centrados en Francia, Inglaterra y la naciente democracia estadounidense reflejada en los escritos del francés Alexis de Tocqueville [4] (La democracia en América, 1835 – 1840), comenzó a despertarse en América, precisamente entre la generación de Alberdi, Echeverría y otros, ideas euro-centristas. La civilización sería un único estadio superior al cual el hombre podía alcanzar gracias a su evolución. Sarmiento en el capítulo primero del Facundo dice: “A la América del Sur en general y a la República Argentina sobre todo, le ha hecho falta un Tocqueville.”[5] Así comienzan a vislumbrarse las ideas sobre las cuales se basaría el autor para comprender la realidad, o por lo menos comienza a demostrar que la influencia europea está presente.
Las influencias sobre Sarmiento pueden apreciarse también en los autores de los epígrafes de cada capítulo, Francis Head, inglés, Humboldt, alemán y Shakespeare también inglés, entre otros. Tan importante es la influencia de estos autores, que Sarmiento toma de los diarios de viajes que algunos de éstos redactaron durante su recorrido por América, los aspectos que él desconoce. Charles Darwin visitió estas regiones en 1834 y dejó escritos sobre lo que observaba. Sarmiento al basar gran parte de su descripción en textos de naturalistas europeos, como Darwin, iba a producir, inevitablemente, descripciones euro-centristas.
  Durante el siglo XVIII y XIX Europa se sentía en el centro del universo y se consideraba el modelo a seguir por la humanidad. Los avances tecnológicos, los logros en la ciencia, el progreso económico y el gran desarrollo filosófico eran razones suficientes como para sentirse el centro de la humanidad. Francia e Inglaterra eran los centros urbanos más importantes del mundo y de allí nacían las baese para la organización de estados civilizados y modernos. Aquellos pueblos que no obtengan o que no pretendan alcanzar el desarrollo económico, cultural, político y social con que contaban éstos, no serían otra cosa más que bárbaros, primitivos o periféricos.
En Europa comienzan a discutirse los conceptos de civilización y cultura. Civilización no significa lo mismo para los distintos países de occidente. Mientras que para Francia e Inglaterra el concepto de civilización resume el orgullo que inspira la importancia que tiene la nación propia en el conjunto del progreso de Occidente y de la humanidad en general, en Alemania significa algo muy útil pero con un valor de segundo orden, esto es, algo que afecta únicamente a la exterioridad de los seres humanos. La palabra con la que los alemanes se interpretan a sí mismos y expresan su orgullo es cultura, que además se diferencia de otras culturas.
Siguiendo las nociones de Norbert Elias en Sociogénesis de los conceptos “civilización y cultura”  puede resumirse lo siguiente:   Civilización para Francia e Inglaterra significaba el conjunto de hechos políticos, económicos, religiosos, técnicos, morales o sociales. Se refiere a los logros y a la actitud de los seres humanos. Es un concepto que engloba las apariencias, los buenos modales, las actitudes. Es claramente un concepto fundado dentro de una alternativa humanística, alternativa que “estaba ligada claramente al pensamiento iluminista: etnocéntrico. Dentro de esta concepción había grados de cultura que era posible escalar; absoluto, singular: la “cultura de una humanidad en su conjunto, en la que era posible imaginar el mejoramiento, la perfección, pero donde la perfección estaba ligada a la imagen de los pueblos europeos” (Stockin).[6]
“Por otro lado la alternativa antropológica se centraría en otros contenidos: la idea del relativismo, que afirma la validez por igual de los valores y costumbres de todos los pueblos; el interés por las condiciones que aseguran el mantenimiento del sistema; la idea de que hablamos de una pluralidad de culturas igualmente organizadas para responder a todos los ámbitos de los requerimientos de la vida humana” (Strocking).[7] 
Hasta aquí tenemos el concepto de culturay civilización para Francia, Inglaterra y Alemania, que van construyendo una idea de cómo el hombre comenzaba a observarse, durante el siglo XIX, con respecto a los demás. A partir de estas dos alternativas comenzaremos a construir las nociones de civilización y barbarie que continuamente aparecen en Facundo. Toda la obra de Sarmiento está pensada y constituida bajo la forma de cultura en singular, bajo la mirada humanística.
La clase media urbana y la aristocracia de Argentina cieron en las naciones industrializadas de Europa y en Estados Unidos los cánones para una nación que se debía construir en base al progreso y desarrollo, eliminando toda referencia a los antepasados o la cultura existente en las campañas. El hombre americano y el argentino puntualmente debían seguir estos cánones.
Para estudiar el Facundo resulta necesario mostrar cuales eran las bases ideológicas y los conceptos de país que se deseaban por aquella época. Si bien Las Bases[8] de Juan Bautista Alberdi fueron escritas mucho tiempo después de la aparición de Facundo y posteriores al alejamiento de Rosas del poder, son útiles para la compresión del pensamiento de la generación ilustrada de aquellos años, y reflejan fielmente la estrecha relación ideológica con la Europa civilizada. Éstas dicen:
“Solo por medio de la educación conseguirán algún día, estos pueblos, hacerse merecedores de la forma de gobierno que la necesidad les impuso anticipadamente…” “…Hoy mismo, bajo la independencia, el indígena no figura ni compone mundo en nuestra sociedad política y civil. Nosotros los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en América. Cráneo, sangre, dolor, todo es de fuera.”[9]
“Nuestra religión cristina ha sido traída a América por los extranjeros. A no ser por Europa, hoy América estaría adorando al sol, a los árboles, a las bestias, quemando hombres en sacrificio, y no conocería el matrimonio. La mano de Europa plantó la cruz de Jesucristo en la América antes gentil. ¡Bendita sea por esto solo la mano de Europa!”.[10]

La idea de eliminar o descartar las tradiciones existentes hasta el momento se ve reflejada en la siguiente frase de Alberdi:
“En América todo lo que no es Europeo es bárbaro: no hay más división que ésta: 1°, el indígena, es decir, el salvaje; 2° el europeo, es decir, nosotros los que hemos nacido en América y hablamos español, los que creemos en Jesucristo y no en Pillán (Dios de los indígenas).”[11]

 “Cada europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros habitantes”. “¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres y radiquémoslas aquí…” “…Haced pasar por roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las transformaciones de mejor sistema de instrucción: en cien años no haréis de él un obrero inglés que trabaja, consume, vive digna y confortablemente”. [12]
            
           Educando nuestras masas, diría Alberdi, se conseguirá el orden interno y gracias a él “vendrá la población de fuera”. “No temáis tampoco que la nacionalidad se comprenda por la acumulación de extranjeros, ni que desaparezca el tipo nacional. Ese temor es estrecho y preocupado. Mucha sangre extranjera ha corrido en defensa de la independencia americana.” “No temáis, pues, la confusión de razas y de lenguas. De la Babel, del caos, saldrá algún día brillante y nítida la nacionalidad sudamericana. El suelo prohija a los hombres, los arrastra, se los asimila y hace suyos. El emigrado es como el colono: deja la madre patria por la patria de su adopción”.[13] Esta frase refleja la esperanza que tenía en crear una nacionalidad sudamericana hija de la Europa modernizada, trayendo valores, costumbres y modos. Importar una cultura ajena que se veía más próspera.
            Para las primeras décadas del siglo XIX, Buenos Aires copiaba, o por lo menos intentaba, los modales europeos. Bien se describe este sentimiento en una nota escrita por Juan Bautista Alberdi bajo el seudónimo de Figarillo aparecida en el periódico La Moda del 2 de diciembre de 1837:
     “Voi á dar reglas que no son mías. Qué Dios me libre de meterme á innovador. Aborrezco esos espíritus inquietos que con nada están contentos. Enseño lo que he visto, lo que se usa, lo que pasa por bello entre gentes que pasan por cultas. Para hacer una visita, no es necesario saber la hora. Métase V. aunque sea á las dos de la tarde; así se estila en Paría y en Londres; se supone que la gente de tono come á las cinco”.[14]  
            
           Alberdi no pretendía reflejar, estrictamente, las costumbres del país, sino la verdadera esencia del espíritu que ellas ofrecían.
        En una sesión de lecturas que se celebró en el Salón Literario durante diciembre de 1837, Esteban Echeverría diría: “Para que nuestras tareas sean verdaderamente fecundas es preciso circunscribirlas a la vida actual de nuestra sociedad, a las exigencias vitales por el momento para el país. Es sabido que los elementos que constituyen la civilización son el industrial, el científico, el religioso, el político y el artístico”.[15]
         Todas estas citas mencionadas sirven para ilustrar cuál era la idea de país que se deseaba o soñaba. Ésta era la situación que se vivía en Buenos Aires durante la década de 1830 y comienzos de la siguiente. Pero existía un interior o “las campañas” como Sarmiento llamaría a las poblaciones de las provincias que no se manejaban con el mismo pensamiento ilustrado que la capital nacional. En este interior existían otros valores, otras costumbres más bien nacionales o tradicionales ajenas a cualquier influencia europea. El gaucho poblaba la pampa y Facundo Quiroga era el mejor representante que Sarmiento encontró. La figura de Quiroga se convertiría en el estereotipo nacional del interior, incluiría en él todos los signos de la barbarie: el cuchillo, el caballo, el poncho, las boleadoras, etc.
           
El idioma en el Facundo

Continuando dentro de Europa pero centrándonos en Alemania a fines del siglo XVIII, años antes de la Revolución Francesa, el poder político estaba en manos de la nobleza cortesana franco-parlante. Eran los exponentes de la clase civilizada en un país donde el alemán, como lengua de las clases medias-bajas era mal visto. Se dijo: "El alemán, la lengua de las capas bajas y medias es torpe y desdeñado. Leidniz, el único filósofo cortesano de Alemania, el único gran alemán de la época, habla y escribe francés y latín y poco alemán. Hablar francés era el rasgo estamental de todas las capas superiores de la sociedad.
E. de Mauvillon dijo en 1730 en sus Lettres Francoises et Germaniques, "No hace muchos años todavía que no se decían cuatro palabras en alemán sin intercalar dos en francés"
En la "Advertencia del autor" en Facundo, Domingo F. Sarmiento utiliza una frase que a medida que fueron pasando los años fue tomando significados y connotaciones diferentes.
"On ne tue point les idées."
Sarmiento la traduce como "A los hombres se degüella, a las ideas no" y se la atribuye a Fortoul. Sin embargo hay dudas sobre la procedencia de esta frase. Paul Verdevoye cree que es un recuerdo de una frase de Diderot: "On ne tue pas de coups de fusil aux idées". Sarmiento realiza una traducción personal de una frase sobre la cual no se tienen muchas certezas, es más al día de hoy la frase se popularizó como: "Las ideas no se matan". Más allá de estas imprecisiones, lo fundamental es que esta frase es escrita por el autor del Facundo en una pared de Buenos Aires, sobre el hecho, esto diría:
"A fines de 1840... al pasar por los baños de Zonda, bajo las armas de la patria, que en estos días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras: On ne tue point les idées. El gobierno a quien se le comunicó el hecho, mandó una comisión encargada de descifrar el jeroglífico.... oída la traducción, ¡y bien! -dijeron-, ¿qué significa esto?"

Al utilizar el término jeroglíficos, Sarmiento en una muestra de arrogancia crucifica a Rosas como líder del Gobierno y principal receptor y despectivamente ataca el desconocimiento y la ignorancia de sus enemigos. Continúa con la ofensiva al reproducir la reacción de los destinatarios, demostrando que ni siquiera luego de oír la traducción comprenden el significado.
David Morley en Interpretar la televisión: la audiencia de Notiowide, afirma: "El sentido de un texto o un mensaje debe entenderse como un producto de la interacción entre los códigos introducidos en el texto y los códigos en los que habitan los diferentes sectores de la audiencia".
Es así como Sarmiento se diferencia, utilizar un código diferente o que su audiencia desconoce, es una actitud que en primer lugar demuestra el deseo de diferenciarse, como se ha dicho, y además, el poco deseo de lograr una interacción entre ambos sectores. Los deseos de Sarmiento se alejan demasiado de comprender una nación unida ppo, aunque sea, un código común.
El uso del francés demuestra la simpatía por éste país y a la vez la forma en que Sarmiento se colocaba lejos de la barbarie que lo rodeaba. Éste es el primer choque cultural que se desprende del Facundo. Que el incio de la obra esté marcado por esta situación que vivía San Juan durante 1840: "Aquí los hechos con toda su triste y espantosa severidad. Solo la historia de las conquistas de los mahometanos sobre la Grecia presenta ejemplos de una barbarización, de una destrucción tan rápida" Y los hechos serían: "Solo tres jóvenes se están educando fuera de la provincia, sólo hay un médico sanjuanino, no hay tres jóvenes que sepan inglés, ni cuatro que hablen francés..."
Sobre el final de las citas se aprecia nuevamente la importancia que Sarmiento le daba a los idiomas extranjeros.
Algunos años más adelante Juan B. Alberdi diría: "El idioma inglés, como idioma de la libertad, de la industria y del orden, debe ser aún más obligatorio que el latín; no debiera darse diploma ni título universitario al joven que no lo hable y escriba. ¿Cómo recibir el ejemplo y la acción civilizadora de la raza anglosajona sin la posesión general de su lengua?"[16]
Retomando el tema tratado sobre Alemania, se ve como aquí también la lengua nacional no era la más apropiada para distinguirse. Bárbaro y salvaje era aquel que no hablara en otra lenguas, que era distinguida y se sentía más parte de los modos civilizados de Francia que el atraso alemán, y en Argentina quienes ocupaban el gobierno o eran poseedores del poder, desde una mirada eurocentrista y bajo los dogmas de la alternativa humanística, eran las clases bárbaras o los incivilizados.
Sin embargo, las clases excluidas de Alemania quienes no eran corteses y no tenían fuerza en la política, eran quienes defendían el término de "culturas", de esta clase media intelectual surgieron las producciones intelectuales más importantes de Alemania, que perduran hasta hoy y fueron la base de la organización del país.
Los gauchos y los caudillos con Rosas en el gobierno contaban con el poder político, la fuerza, la violencia y  eran sus ideas las que gobernaban el país. El exilio de Sarmiento es una muestra de cuál era la fuerza o ideología dominante. En cuestiones políticas, Rosas, los caudillos y los gauchos eran los poseedores de la fuerza o el dominio. Sin embargo, y trasladándonos hasta el presente los textos que han perdurado con mayor éxito son las producciones de quienes en ese momento eran los oprimidos. El Facundo es el resultado de un sector oprimido que debía consolidar fuerzas para luchar contra quienes los ordenaban. Argentina presentaba dos fuerzas dominadoras, una dominaba la palabra, otra la fuerza. Aunque puede hablarse de luchas, no puede afirmarse que existieron ganadores o perdedores. Rosas, luego de la guerra con Brasil, no continúa su mandato, pero no puede afirmarse que es un triunfo de la generación ilustrada y que gracias a sus producciones intelectuales derrocaron a Rosas.
Si es cierto que los textos, por ejemplo el Facundo, influenciaron y mantuvieron viva la esperanza de un país diferente entre los opositores a Rosas, pero no por eso puede decirse que es un triunfo de las clases subalternas al poder político.
Por tanto, el cambio de paradigmas, el paso de una concepción de cultura en singular (alternativa humanística) a una definición plural del término (alternativa antropológica) es resultado de que la idea de que un país o una nación encierre en si misma una única “cultura” es insostenible.
En Alemania han triunfado y perdurado las ideas de esa clase media que no hablaba francés y en Argentina ni el gobierno de Rosas, con su empecinado odio contra los unitarios intentando crear una única nación bajo las ideas y ni la visión euro-centrista de Sarmiento, por ejemplo, han podido perdurar y establecerse como únicas.
Ninguno de los proyectos, mientras se constituía, como inasociables, lograron consolidarse.
Alejandro Grimson dice: “…es posible considerar que un proyecto estatal fue exitoso, no porque haya anulado la oposición, sino en medida en que la resistencia a los sectores dominantes se haya realizado en los términos en que los actores fueron interpelados…”[17]   
Hasta el mismo Alberdi, retomando la carta enviada a Sarmiento en 1853 comienza a dar muestras de entender que en realidad existen diferentes y que hay personas con otras formas (salvajes) que convivían con ellos, los civilizados: “No hay más que un medio de admitir los principios, y es admitirlos sin excepción para todo el mundo, para los buenos y para los pícaros. Cuando la iniquidad quiere eludir el principio, crea disensiones y divisiones; divide a los hombres en buenos y malos, de derechos a los primeros y pone fuera de la ley a los segundos, y por medio de ese fraude funda el reinado de la iniquidad, que mañana concluye con sus autores mismos. Dad garantías al caudillo, respetad al gaucho, si queréis garantías para todos” Sin embargo Alberdi en las “Bases y puntos…” continuará teniendo la misma visión euro-centrista, es singular destacar este dato.
No solo Sarmiento tenía los ojos puestos en Europa, Rosas también lo hacía aunque con fines diferentes. Sarmiento pretendía traer las costumbres y modos europeos, Rosas pretendía mostrarse y llevar a Europa su gobierno. Europa era un lugar a donde todos miraban. Y es aquí donde se da un desfasaje entre los habitantes del país. Quienes ostentaban pertenecer a la elite, a la civilización, por lo menos por la lectura de algún libro tenía conocimiento sobre lo que era Europa, sin embargo el gaucho que era la base de gobierno y fuerza de Rosas, poca o ninguna idea tenía sobre que significaban los modales europeos.
Rosas representaba a caudillos y gauchos que en poco se parecía a él. Facundo Quiroga era un medio entre los representantes y representados, pero igualmente estaba muy lejos de alguna costumbre europea, no hay dudas de esto.
Da muestras de este interés de Rosas por Europa lo dicho por Sarmiento en la Introducción al Facundo:
“He aquí como la prensa de Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile, Corrientes, va a turbar tu sueño en medio del silencio sepulcral de tus víctimas; he aquí que has visto compelido a robar el don de las lenguas para paliar el mal, don que sólo fue dado para predicar el bien”[18]    
Mientras tanto Rosas, en una lucha abierta con Sarmiento, hizo publicar durante 1843 y 1851 el Archivo americano y espíritus de la prensa del mundo, dirigido por Pedro de Angelis y publicado en español, francés e inglés para mostrar y justificar su política a los ojos del mundo.  

 El gaucho en la ciudad

En el capítulo catorce, sarmiento se pregunta de dónde ha sacado Rosas el plan de invocaciones que introduce en su gobierno y agrega a la pregunta la perplejidad que le produce no entender cómo se puede ejercer tal desprecio por el sentido común, por la tradición, por la conciencia y por la práctica inmemorial de los pueblos civilizados.
Sobre este punto se observa cómo Sarmiento se desentiende de otras culturas, la única tradición es la que mentes com o la del autor de Facundo cobijan. Justamente, desde la idea de traer nuevos modos, formas europeas, copiar modelos e imponer modelos extranjeros, se está demostrando que las tradiciones de nuestro país son otras.
Yuri Lotman habla de dos formas de culturas. Las culturas ritualizadas implican formas de comportamiento y protocolos rígidos, puesto que la relación plano de la expresión y plano del contenido son biunívocas y no arbitrarias. Se entiende que todas son formas de un texto único, de un contenido determinado con anticipación, del que hay que aprender la lengua y pronunciarla correctamente. Por otro lado habla de culturas gramaticalizada, en las cuales la cultura se modeliza como un sistema de reglas generativas de textos. En éstas las reglas son variables y convencionales y se presupone una libertad, tanto en la elección del contenido como en su nexo con la expresión.
En las culturas ritualizadas no se da la tendencia a la expansión, sino más bien a la clausura, al fundamentalismo, a la conservación del propio sistema y, en última instancia a la suspensión de la otredad que se entiende como una amenaza o como lo no verdadero. 
  Claro ejemplo es el antes mencionada de sarmiento, la supresión del otro, el asentamiento en los modos ajenos que ni siquiera le son propios de su lugar de origen pero que considera como los más óptimos para su país. El texto único, como uno de los pilares de esta clase de cultura propuesta por Lotman, se nota en esta poco feliz expresión:
“Como mi ánimo es sólo mostrar el nuevo orden de instituciones que suplantan a las que estamos copiando de Europa, necesito acumular las principales. Verdad es que una mañana se fusilan cuarenta y cuatro indios en una plaza de la ciudad que aunque salvajes, eran, al fin hombres…”.
Aunque salvajes, eran, al fi hombres…
Pero la entrada del gaucho en la ciudad es mucho mpas significativa que lo expuesto hasta el momento. Siguiendo en el Capítulo catorce de Facundo, Sarmiento pronuncia: “Las fiestas de las parroquias son una imitación de la hierra del ganado; la cinta colorada que clava a cada hombre, mujer o niño es la marca con la que el propietario marca su ganado, erigido en medio de ejecución pública, viene de la costumbre de degollar ls reses que tiene todo hombre en la campaña: la prisión sucesiva de centenares de ciudadanos; sin motivo conocido, es el rodeo con que deciliza el ganado, encerrándolo diariamente en el corral, son otros tantos medios de domar a la ciudad”. [19]

Los códigos del campo en la ciudad
A la hora de afrontar una determinada cultura, Lotman considera dos ópticas posibles para verla, como una determinada información significativa ó como un sistema de códigos sociales que permiten expresar esa información mediante unos signos determinado para convertirla en patrimonio de una colectividad humana.
Si consideramos la segunda opción, la cultura se presenta como una jerarquía de códigos. Al establecerse una jerarquía de los códigos culturales se puede determinar un puesto de hegemonía o subordinación. En el primer caso Yuri Lotman habla de código dominante.
“Cuando hablamos de códigos dominantes, nos referimos a que la cultura es un conjunto de lenguajes particulares que están produciendo textos en forma ininterrumpida, que los lenguajes son descifrados según sistemas de codificación y que, si practicamos cortes sincrónicos, veríamos que hay algunos dominantes jerárquicamente y otros subordinados y que esta selección es dinámica e históricamente variable”. (Yuri Lotman)
En el párrafo citado de Facundo se perciben los códigos que dominan la escena y la interacción entre ellos. Existe un código que prevalece sobre otro, en este caso viene a ser el del gaucho que somete, pero la ideología que triunfa es la de la civilización, claro está que es difícil hablar de dominación códigos observando la situación diacrónicamente, por eso es como Lotman afirma, el análisis debe ser sincrónico.
La cultura, en cuanto es memoria o grabación de lo vivido colectivamente, se relaciona necesariamente con la experiencia histórica pasada, es decir que una cultura, establece reglas que definen para el hombre “programas” de comportamiento. Estos programas permiten traducir la experiencia en textos y registrarlos en alguna de las lenguas de los mecanismos memorizantes para convertirlos en acontecimientos de la cultura en una época dada.
Sarmiento con el Facundo no pretendía lograr un producto enciclopédico donde años después se lo consulte para saber cómo era Argentina a mediados del siglo XIX. La urgencia con que lo escribió lo llevó a cometer errores descriptivos de lugares que nombra principalmente en los primeros capítulos, pero esta premura respondía a una urgencia política, a una necesidad política. El Facundo era una respuesta a la tiranía de Rosas que debía conocer la calle lo antes posible para dar comiendo a una lucha y resistencia contra el poder. Por eso, no es posible afirmar que la obra de sarmiento fuese escrita con deseos de prosperar en la historia, el  deseo que motivaba su escritura no era a largo plazo, sin embargo el Facundo sobrevivió y es hoy considerado un libro más descriptivo y literario que de resistencia política.       

Civilización y barbarie

“el gobierno de Juan Manuel de Rosas clava en la
culta Buenos Aires el cuchillo del gaucho y
destruye la obra de los siglos, la civilización, las
leyes y la libertad.”[20]
Finalmente es necesario un desarrollo más profundo de estos dos términos, civilización y barbarie. Sarmiento al elegirlos está determinando dos corrientes, segmenta y encasilla. Todo lo que es expuesto en Facundo está signado por estas ideas, aquello que era civilización tenía de enemigo al bárbaro, a la barbarie. La barbarie veía en los “civilizados” al enemigo.
La civilización es producto del capitalismo moderno, y éste como modo de producción económico se expandió por todo el universo. La universalización del capitalismo como modo de producción económico occidental logró que todos aquellos cánones culturales acuñados en Europa durante los siglos XVII y XVIII se expandieran y se institucionalizaran como ideología dominante. Capitalismo y civilización, en tanto que costumbres europeas y modales cortesanos, iban de la mano y así llegaron hasta América.
Sin embargo, como dice Carlo Guizburg “La existencia de diferencias culturales dentro de las denominadas sociedades civilizadas, constituye la base de la disciplina que paulatinamente se ha autodefinido como folklore”. El legado cultural de los gauchos o de las clases que no fueron las dominantes luego de la caída de Rosas, se convirtió en lo que hoy llamamos, folklore. La producción cultural de las provincias alejadas de la Capital, en sus letras, en la música, engendran el sentimiento de aquel gaucho. Las costumbre expuestas en la producción folklórica actual son las que fueron transmitiéndose durante décadas. El Martín Fierro de José Hernández se conserva como la primera gran producción folklórica y obra y producto de cuando el gaucho era acosado y perseguido, de cuando comenzaban a establecerse las ideas europeas que Sarmiento y otros deseaban para el país.
Nuevamente volvemos a la idea de la resistencia como producción. Las clases en resistencia han producido grandes textos que se consolidaron como legados culturales, las dos obras más importantes (Facundo y Martín Fierro) de los comienzos de la literatura argentina fueron producto de sectores que se encontraban en resistencia al poder, que resistían a quienes pretendían la dominación.
Durante la lectura del Facundo puede apreciarse claramente cuál es la visión de Domingo Sarmiento. La concepción de cultura, del ser civilizado, del salvaje y poco culto. No presenta en ninguna línea la posibilidad de considerar al hombre de las campañas como una persona de costumbres diferentes, con una cultura diferente. Los modales, o la falta de ellos, eran considerados por Sarmiento como una temible barbarie, que sin embargo fue causa y efecto de gran parte del pensamiento nacional.




[1] La obra aparecida en forma de folletín en el diario “El Progreso” llevaba el nombre “Vida de Quiroga”, sin embargo al imprimirse como libro, la primera edición lleva el título “Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina”, Santiago de Chile 1845. La segunda edición, 1851, también realizada en Chile, lleva el título de la segunda. Solo en la tercera edición (New Cork, 1868) se utilizará el título que perdurará: “Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas”. Así, solo el nombre del caudillo será suficiente para mencionar el nombre de la obra de Sarmiento, no solo porque este personaje es el eje en varios capítulos gracias a sus hechos, sino porque además el protagonista a cobrado identidad como figura literaria. En esta monografía, por cuestiones simplificadoras, se utilizará “Facundo” para hacer referencia a l obra de Sarmiento, que, aunque parezca innecesaria la advertencia, sí vale aclarar esta cuestión sobre el título de la obra. 
[2] Alberdi, Juan Bautista. “Primera carta quilotana, enero de 1853” a Domingo F. Sarmiento. En “Cartas memorables”, Revista Ñ, N° 253, 2008.
[3] Grimson, Alejandro, “Introducción” y “Cultura, nación y campos de interlocución”, en Interculturalidad y comunicación, Bogotá, Norma, 2002.
[4] Tocqueville al llegar a Estados Unidos se sorprende de cómo la ciudadanía había alcanzado un estado democrático tan alto. Observa que la igualdad y la libertad comienzan a ser valores comunes entre los habitantes de Norteamérica y lleva, sorprendido, esas ideas a Francia donde se estaba gestando la revolución de 1789.
[5] Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo. Buenos Aires, Losada, 1963, p. 47.
[6] Los concepto desarrollados por Stocking pueden encontrarse en El concepto de cultura en Antropología de María Rosa Neufeld.
[7] Idem
[8] Alberdi, Juan Bautista. Bases y puntos de partida para la organización política de la Republica Argentina, Argentina, 1852.
[9] Alberdi, Juan Bautista. Capítulo 14: “Acción civilizadora de Europa en las Repúblicas de Sud América”. En: “Bases y puntos…”. Argentina, 1852.
[10] Ibid.
[11] Ibid.
[12] Alberdi, Juan Bautista. Capítulo 15: “De la inmigración como medio de progreso y de cultura para la América del Sud”. En: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Argentina, 1852.
[13] Ibid.
[14] Levene, Gustavo Gabriel. Nueva Historia Argentina, Tomo 3, Buenos Aires, Epuyen, 1964, p, 333.
[15] Levene, Gustavo Gabriel. Nueva Historia Argentina, Tomo 3, Buenos Aires, Epuyen, 1964, nota 13, p. 348.

[16] Alberdi, Juan Bautista. Capítulo 13: “La educación no es la instrucción”. En: Bases y puntos de partida para la organización política de la Republica Argentina, Argentina, 1852.
[17] Grimson, Alejandro, “Introducción” y “Cultura, nación y campos de interlocución”, en Interculturalidad y comunicación, Bogotá, Norma, 2002.
[18] Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo. Buenos Aires, Losada, 1963, pp. 51-52.
[19] Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo. Buenos Aires, Losada, 1963, p. 255.
[20] Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo. Buenos Aires, Losada, 1963, p. 100

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