Seremos dos estrellas que se atreven a reír del sol. Andaremos por las tardes brillando compañía.
16 diciembre 2009
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15 diciembre 2009
05 octubre 2009
El nene carretero
20 agosto 2009
El orden de las cosas como construcción de sentido
Lo siguiente es una aproximación teórica sobre cómo un orden establecido o totalmente desarticulado de las cosas que conforman los objetos significantes son potencialmente el aspecto más importante para la construcción de sentido. Está en la reorganización individual e íntimamente personal de los elementos la base del significado. El análisis nace motivado por la lectura del capítulo “Las Meninas” de “Las palabras y las cosas” de Michel Foucault
El paso a la modernidad transformó la lógica del pensamiento, cuando la fotografía se convierte en arte, el orden de las cosas, del orden del objeto fotografiado o imagen representada, pierde la jerarquización que hasta el momento mantenía. Es a partir de este momento en que el interpretante construye el sentido a partir de la reorganización intrínseca del objeto observado, reestablece el orden, da sentido.
Es a partir del desorden que se crean nuevas interpretaciones, el hombre es quien reordena el mundo, y en ese reordenamiento es cuando se logra la interpretación de un objeto a través de diferentes fenómenos semánticos.
Cuando con el comienzo de la modernidad, la razón prima sobre el sentimiento y el orden divino de las cosas y sus explicaciones está criticado y reemplazado por otro orden lógico de pensamiento, las cosas comenzaron a tener, en sí mismas, un nuevo orden.
Zeuixs, hábil pintor de
A mediados del siglo XIX la fotografía irrumpe en el mundo artístico. Pintores que dedicaban su tiempo a realizar retratos, representando paisajes o personas, comienzan a utilizar la fotografía como nueva herramienta de trabajo. Consideran que la imagen fotografía es la más fiel representación de la realidad, este período es conocido como Naturalismo.
El orden natural de las cosas era expuesto en las obras artísticas de la época clásica. Michel Foucault analiza con excelencia Las Meninas de Velásquez. En ésta observa que un orden de cosas está desintegrado, que si bien es un retrato de una situación coloquial, el orden semántico de los elementos expuestos está en desfase con lo que convencionalmente se interpreta. El orden exige identidad pero impone jerarquías, legitimadas por una moral, por la producción de sentido, y en esta legitimación, las redes discursivas sociales propician aceptabilidad, cohesión, e imponen determinadas perspectivas, éste es el principio general sobre el que Foucault se basa para analizar esta obra.
Foucault en “Las palabras y las cosas” plantea que en el paso a la modernidad, es el paso de la semejanza a la diferencia, de la fundamentación divina a la fundamentación racional y, en el contexto de esta valoración de la diferencia, la creación cultural del relato emancipatorio.
Foucault reordena las meninas y crea miles de nuevas interpretaciones, de creer que solo era una imagen real de un momento cotidiano, el reordenamiento de las cosas y la construcción del sentido, advierte, según la óptica del filósofo francés, el desplazamiento del Rey y del orden divino, del centro de la vida cotidiana.
Esta posibilidad del reordenamiento ha transformado a la fotografía en una producción artística, a partir de que un receptor puede moverse dentro de los significados posibles, de que la imagen comience a ser polisémica, la fotografía se convierte en un objeto a interpretar. Ya no es sólo un retrato en el cual un significado único se apodera de la imagen. Es por eso que la transformación de la lógica del pensamiento y la posibilidad de rearmar una imagen, hacen que la fotografía permita descubrir en ella fragmentos de la realidad visual (referente) y unos signos o formas sin referentes en el mundo de las cosas visibles, que están en la imagen pero no en la realidad.
“Toda fotografía se debate en la tensión entre la información bruta que transmite y su carácter polisémico” (Almasy, 1975).
Dejando de lado “las teorías de la fotografía como espejo de lo real (centradas en el concepto destacado por Barthes de la analogía o semejanza) y como transformación de lo real (la fotografía en tanto que lenguaje culturalmente codificado)” Santos Zunzunegui, “Pensar la imagen”, Dubois se centra en concebir la fotografía como una huella de lo real.
Está en saber qué sucede en el proceso de comprensión de la imagen fotográfica cuando el intérprete, a partir de la idea de Dubois que la foto es un índice de retorno hacia su referente, reorganiza los datos de la imagen y crea el significado. Esa creación del significado está en el reordenamiento de las cosas, y es cuando se da la posibilidad del reordenamiento de las cosas cuando la foto se convierte en arte, en el proceso de reestructuración de los elementos presentes en el mensaje fotográfico.
Así aparece el análisis de Peirce, sobre el estudio basado en Signo, Objeto, Interpretante. Ese proceso racional se basa en la organización de los datos presentes en el Signo, que refiriendo al Objeto, arrojan una cantidad de datos suficientes para que en el resultado mental, el Interpretante, aparezcan reordenados.
Por lo tanto, concibiendo a la imagen fotográfica como un retorno al referente en la cual un mensaje fotográfico esta constituido con elementos objetivos y elementos abstractos sin referente, que sólo significan individualmente, se obtendrá un sentido individualmente objetivo a partir del proceso semiótico en cual reordenando los elementos presentes (objetivos y abstractos) de un signo que refiere a un objeto (referente) se obtendrá un Interpretante individual y único para cada nuevo reordenamiento. A partir no de las semejanzas con la realidad que determinada imagen posee sino con las diferencias que pueden reestructurarse para lograr sentido.
Esta imagen (la bicicleta de Traverso) despertó, por lo menos, dos grandes interpretaciones socialmente conocidas. Por un lado se encontraban quienes conocían la verdadera historia, aquella que cuenta como un amigo de Traverso fue detenido durante la última dictadura militar y fue junto a su bicicleta la última vez que Traverso vio a su amigo con vida. A partir de 2001 el artista comenzó a pintar bicicletas como la de su amigo en honor a él y los 349 desaparecidos más que dejó la dictadura en Rosario.
Por otro lado, estaban quienes adjudicaban esa bicicleta a la vida y memoria de Pocho Leprati, asesinado en 2001. Ambas versiones circularon con mucha fuerza entre los primeros días en que se vieron las bicicletas por primera vez. Frente a estas dos interpretaciones, se ve claramente como en el proceso de construcción de sentido pueden obtenerse interpretaciones diferentes.
En el caso de Bicicleta, el objeto se encontraba desordenado, hasta que el intérprete comenzó a ordenar los elementos existentes para llegar a interpretar que la bicicleta remitía a determinada cuestión. Lo interesante de este caso es como una imagen tan simple, a primera vista, como esa bicicleta puede generar interpretaciones dispares.
Estos elementos responden en cierta forma a los signos o formas sin referentes y fragmentos de la realidad visual. Frente a esto, la imagen de la bicicleta concebida como el signo del vehículo de transporte es un fragmento de la realidad visual socialmente interpretado así, sin embargo, en
El Signo “Bicicleta de Traverso” respondía a un Objeto exterior que no podía ser definido igualitariamente por todos los receptores.
“En la semiosis social son necesarios textos que sean tomados como absolutos dentro de una cultura dada, correspondientes a códigos comunes al colectivo completo; mientras que en el nivel de la comunicación personal, el individuo recibe y transmite textos individualizados, correspondiente a códigos particulares.” La bicicleta es un código común, toda una comunidad comprende que una bicicleta no es más que un medio de transporte o de paseo. Pero la bicicleta de Traverso es un código particular donde un individuo recibe y transmite textos individualizados. Por eso es que la bicicleta de Traverso ha provocado por lo menos dos interpretaciones.
Es esta relación y unión entre código comunes y códigos individuales, según Lotman, y lo desarrollado sobre el reordenamiento de los elementos significantes de la imagen que se obtiene el sentido.
Foucault, Michel; “Las meninas” en Las palabras y las Cosas: Una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentinos, 2007.
Sontag, Susan; Sobre la fotografía (fragmentos). Buenos Aires, Sudamericana, 1977.
Lotman, Yuri: Capítulo 5 “El ecosistema cultural” en Texto, Cultura y memoria.
Peirce, Charles, Obra Lógico Semiótica
Berger, John; “Apariencias” en Otra manera de contar. Murcia; Mestizo, 1998.
El sentido y la duda
17 agosto 2009
20 almas
06 julio 2009
Los perros chilenos
Una vez comí perro frito. Cierto relato de Martín Caparrós sobre su frustrado deseo de comer perro en China, me recordó que corrí con la misma suerte que él al pedir perro en un restorán. Claro que no fue en Argentina, aquí los perros no son esos animales que ladran. Fue en Chile en 2000, en Santiago de Chile lugar donde para comer en los restoranes ofrecen perro frito.
Una calle peatonal, cuyo nombre no recuerdo y nunca supe, ofrece una buena cantidad de restoranes en unos locales ubicados como galerías a un piso de altura. Son galerías con techos de lona en las cuales los mozos, o unos señores que se paran en las puertas, invitan a comer en su boliche.
Se camina por una callejuela que, de un costado y metros más abajo ofrece como vista a esta peatonal que no recuerdo y por el otro estos señores que, insoportablemente, invitan a comer. El procedimiento es sencillo y como dije, molesto. Los mozos se paran casi delante del paso y con una mano ocupada por carta señalan la puerta de su comedor. Con el otro brazo interrumpen nuestro paso. No dejamos de escuchar al primer mozo que el segundo, de otro boliche, ya está encima de nosotros de la misma insoportable manera invitándonos a comer.
Harto uno de tanta invitación sede a la tentación de salir rajando. Pero comienzo a preguntarme si no será que estoy frente a un acto gastronómico de características tradicionales. ¿Será esta clase de invitación parte de un proceso gourmet digno de aprovechar? Frente a mi estaba la posibilidad única de intrometerme en la cultura gastronómica chilena. Día digno de recordar en reuniones familiares. Sin embargo no me agradan para nada los colores con que adornar los restoranes, los carteles de las promociones son horribles y las mesas están servidas con muy poca delicadeza.
Todo feo. Pero algo raro sucedió, uno de estos mozos invitadores y molestos no era tan molesto ni tan invitador. Sólo me ofreció su plato del día, sin cruzarse ni insistirme demasiado. Era un hombre mayor, casi calvo y un poco gordo. Será porque estaba cansando de trabajar en ese lugar o porque con los años aprendió que a los posibles clientes no hay que molestarlos tanto ni atacar su intimidad como lo hacían los anteriores. Algo de turista se notaba en mí, probablemente por estar en ese lugar. Los ciudadanos chilenos, salvo algunas excepciones, no deambulan por esos centros alimenticios ni ponen cara de “a ver qué como”. Aquellos que conocen los lugares se sientan y listo. El turista mira, analiza, se hace el que elige y se sienta justo en el lugar que menos miró, escasamente analizó y, luego de estar ubicado dispuesto a pedir la carta, nunca elegiría.
Por lo tanto este mozo me vio cara de extranjero y me invitó a comer perro frito. Por supuesto, acepté. Entiendo que mi pedido, “perro frito”, responde más a una actitud payasesca que a una decisión seria y madura. Pero estaba en Chile, solo y con dinero de sobra como para comer en otro lugar ya que estaba dispuesto a dejar en el plato cualquier cosa que tenga una consistencia parecida a lo que imagino es la carne de perro. Ni idea tenía de lo que podría llegar a ser “perro frito”.
Mientras espero mi perro miro una estatua viviente horriblemente poco profesional. Las estatuas no se rascan, ésta si. El mozo llega con una bandeja y una ollita con tapa. El primer pensamiento que se me cruzó respondía al tiempo. Cuánto se tarda en Chile para freir un perro. El segundo, en las ollas vienen cosas hervidas, las cosas fritas no vienen en ollas. Algo andaba mal. O el perro era hervido cosa aún más horrible y asquerosa o lo que yo imaginaba que era perro no lo era y lo que imaginaba que era frito es hervido.
La presencia de tenedores, cuchillos y cucharas en la mesa me despistaba. La ausencia de cualquiera de estos utensilios me hubiese dado alguna pista. Le pido al mozo que me cobre antes de que se marche, no gustaría que, cuando supuestamente hubiese terminado de comer y se acerque para traerme la cuenta, me pregunte por qué no comí un solo pedazo de su perro frito.
Destapo la olla y en ese momento sentí un alivio parecido al que sintió Caparrós cuando la camarera volvió con la noticia de que perros se habían terminado. El famoso perro frito era una sopa con trozos cuadrados de panes que flotaban. Una sopa común de verduras con panes comunes de harina.
Me comí los panes, me tomé la Coca Cola y me fui dejando la sopa en su lugar. La sopa, por aquellos años, no me gustaba para nada. Hubiese preferido que me traigan un perro frito.
18 junio 2009
El periodismo como pasión y entendimiento
14 mayo 2009
La verdad y la poesía
Que no es semejante al dolor
Y sólo se parece a la tristeza
Como la niebla se parece a la lluvia.
12 mayo 2009
La belleza y la muerte
Desde entonces traté de combinar estas dos ideas: un amante llorando a su difunta amada, y un cuervo repitiendo continuamente las palabras: never more".
04 mayo 2009
Todo un blister
Voy a estar en puntas de pie dudando de mi estabilidad, total lo que tiembla es el mundo. Yo estoy muy firme en él, me tomé todo un frasco de vitaminas.