14 mayo 2009

La verdad y la poesía

Para imponer una verdad, necesitamos severidad más bien que la eflorecencia del lenguaje. Debemos ser simples, precisos, lacónicos. Debemos ser tranquilos, calmos, desapasionados. En una palabra, debemos estar en ese estado de ánimo que es, lo más posible, exactamente inverso a lo poético. Debe estar ciego ciertamente quien no percibe la diferencia radical y abismal entre los modos verdadero y poético de fijar las ideas. Debe ser fanáticamente teórico, más allá de toda redención, quien, a pesar de estas diferencias, persista aún en conciliar los obstinados aceites y aguas de la poesía y la verdad.

Un sentimiento de pena y nostalgia
Que no es semejante al dolor
Y sólo se parece a la tristeza
Como la niebla se parece a la lluvia.

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